Solamente tu y yo

Solamente tu y yo

sábado, 10 de diciembre de 2011

Capítulo 10:

Un fuerte golpe seco me sacó de mi sueño. Busqué a tientas el cuerpo de Seth, pero antes de darme tiempo a ponerme histérica me cogió de las manos y me susurró al oído.
-Shh tranquila sigo aquí - dijo mientras me abrazaba
-Has escuchado ese ruido? Qué ha sido eso?- pregunté acurrucándome en su pecho.
-No lo sé, a mí también me ha despertado. Espérame aquí, vengo ahora- respondió mientras salía de la cama y buscaba una chaqueta.
Le agarré fuertemente de la mano antes de que se marchara.
-Prométeme que no te pasará nada, vale?
-Te lo prometo- me besó en la frente y se fue. Minutos más tarde escuché como se abría y cerraba la puerta de la entrada.
Escuché nos pasos cerca de la casa, busqué en la oscuridad la cortina de la ventana y la corrí un poco. Todavía era de noche pero la luz de la luna era tan intensa que permitía poder distinguir las sombras del bosque bastante bien.
Justo en frente, a varios metros estaba Seth con una pequeña linterna. Peté en la ventana y a pesar de estar bastante lejos me escuchó y dirigió el foco de la linterna hacia mí, alumbrando parte de la habitación.
Le saludé y me envió una tierna sonrisa, que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una pálida cara con la mirada puesta justo en algo que estaba detrás de mí.
Sentí el cálido aliento de algo en mi nuca. Giré el cuello y mis ojos de encontraron con el hocico de un enorme lobo de dorados ojos y claro pelaje.
Su tamaño era impresionante, era casi de mi altura y su enorme boca enseñaba una perfecta fila de perfectos dientes con aire amenazante.
Empezó a gruñirme, me eché hacia atrás todo lo que pude, pero pronto encontré la pared.
Comenzó a olisquearme de la cabeza a los pies. El húmedo contacto de su hocico me hizo estremecer y chillé.
El pomo de la puerta se giró pero la puerta estaba cerrada. Se empezaron a escuchar golpes, la puerta temblaba y hacia retumbar las paredes.
-Cat… Caaaaat…Aguanta…-Gritaba desde afuera Seth.
Poco a poco los golpes iban cesando hasta llegar al punto en el que pararon por completo. El lobo dejó de olisquearme y se acercó aun más a mí.
-Ayudaa! Por favooor…- le pegué una patada en el hocico con la esperanza de que se asustara y se alejara. Pero apenas retrocedió tres pasos y lo único que conseguí fue enfadarle más.
Se agazapó, listo para atacar en cualquier momento. Me acurruqué en la esquina, debajo de la ventana.
Saltó hacia mí, cerré los ojos y esperé.
La ventana se rompió y pedazos de cristal llenaron el suelo. Abrí los ojos, no estaba muerta.
En la habitación había dos gigantescos lobos. Uno de ellos, el de oscuro pelaje y de mayor tamaño estaba encima del otro, gruñéndole y mordiéndole mientras el pequeño gemía de dolor.
A pesar de la clara desventaja este seguía insistiendo. Intenté levantarme, pero como tenía las piernas entumecidas tuve que apoyarme en algo, con tan mala suerte de agarrarme a la ventana y cortarme la palma de la mano.
Hubo unos segundos de confusión, los ruidos cesaron y los dos lobos se quedaron mirándome fijamente.
El pequeño aprovechó para arremeter con gran violencia contra el grande, empujándolo contra la pared, dejándolo casi inconsciente y sin apenas poder respirar.
Sus plateados ojos me gritaban que corriera, que huyera, pero no podía dejarle allí tirado.
Saltó hacia mí, me empujó y me tiró al suelo. Perdí la consciencia por unos segundos. Cuando la recuperé los afilados dientes del lobo casi rozaban mi piel.
Con la mano ensangrentada busqué por el suelo algún pedazo de cristal con el que defenderme. Abrió la boca, listo para morderme.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Capítulo 9:

-Espera – suplicó- por favor…
Me di la vuelta y me encontré con sus preciosos ojos plateados, brillaban, todo su cuerpo temblaba y su expresión era la del mismísimo miedo. En aquel momento parecía tan vulnerable que no me pude contener más y me lancé a sus brazos para besarle y abrazarle con tanta ternura y ansias como nunca antes había hecho.
Su cara de sorpresa era casi tanta como su deseo de seguir besándome. Me agarró por la cintura, y poco a poco mientras nos besábamos me metió dentro de la casa y cerró la puerta.
Me apoyó contra la pared y apoyó las palmas de sus manos a los lados de mi cabeza. Me besó el cuelo y me susurró al oído “no me vuelvas a hacer esto otra vez, no te marches nunca”. Le respondí con un simple vale, en aquellos momentos mis labios tenían otro propósito y ponerse a hablar y a discutir no estaba en sus planes.
Sus manos bajaban delicada y sensualmente por mi cintura, mientras yo me aferraba a él y le revolvía el pelo con las manos.
Poco a poco nos fuimos acercando a su habitación, hasta que llegamos y me empujó hacia la cama, colocándose encima de mí.
Mientras sus manos buscaban ansiosamente el botón de mi pantalón y me besaba ferozmente las mías trataban de quitarle la camiseta.
Nos giramos y esta vez me puse yo encima. Mientras él me quitaba con cuidado la camiseta yo le bajaba los pantalones.
Me apoyé en su pecho, era tan cálido… me recordaban los rayos de sol penetrando en mi piel aquel verano hacía ya muchos años en Florida.
Me estiré a su lado y se volvió a poner encima de mí. Sus besos fueron descendiendo desde mi boca hasta mi oreja recorriendo toda mi mandíbula y haciéndome estremecer. De ahí bajaron por mi garganta hasta la clavícula y siguieron descendiendo…
Me desperté horas más tarde con el presentimiento de que alguien me observaba. Intenté dormir un poco más pero no lo conseguía así que decidí abrir los ojos y desperezarme.
Estaba acurrucada en su pecho, me observaba atentamente, posiblemente lo llevaba haciendo desde hacía un buen rato. Pensar en eso me hizo ruborizar y tapé mi cara con las sábanas.
-Buenos días cariño- susurró mientras apartaba las sábanas de mi cara- no te escondas me encanta cuando te ruborizas- y me lanzó una de esas miradas que quitan el aliento.
-Buenos días- respondí todavía más ruborizada que antes. Apoyé la cabeza en su pecho mientras bostezaba.
Me besó la frente y posó su mano en mi espalda. Por más que lo intetara tenía tanto sueño que poco a poco se me fueron cerrando los ojos.
-Duerme todo lo que quieras perezosa- dijo mientras me apartaba un mechón de pelo de la cara y lo ponía detrás de mi oreja.-Te quiero.
Con una sonrisilla en los labios me dormí con esas palabras y soñé con ellas tanto tiempo como fui capaz de dormir.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Capítulo 8:

Allí no había nadie, así que di un paso y asomé la cabeza hacia fuera. Recorrí todo el patio con la mirada, y de repente mis ojos se toparon con un pequeño bulto que sobresalía de la lisa madera del porche. Allí junto a un gran charco de sangre había un gran lobo de pelaje oscuro.
Tenía la pata izquierda herida por lo que parecía una rozadura de bala. Tenía que ayudarle, no podía dejar que le pasase algo y que se muriese así, sin ayuda. Fui al baño y rebusqué por todos los cajones buscando toallas limpias. A pesar del miedo que tenía y los feroces rugidos que lanzaba cada vez que me acercaba, reuní el valor suficiente para acercarme a él y enrollarle la pata con la toalla, con cuidado de no hacerle daño.
Saqué fuerzas de donde pude y cogí al enorme animal en brazos. Intentó morderme cuando le toqué pero empezó a gemir de dolor. A pesar de la mirada amenazante con la que me observaba allí tirado en el suelo su cuerpo pedía agritos ayuda. Lo llevé hasta la habitación y lo deposité en la cama.
Lo estaba poniendo todo perdido de sangre pero en aquellos instantes no había momento para aquellas tonterías.
Fui corriendo al baño a buscar una venda, que por suerte no tardé en encontrarla. El lobo se tragó su orgullo y me dejó curarle. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero le eché un poco de agua para limpiarle la herida y alcohol.
Cuando terminé de vendarle quite con cuidado las sábanas sucias y puse unas nuevas con las que le tapé. Mirando de vez en cuando para atrás para asegurarme de que seguía allí, fui a la cocina para traerle un poco de agua y comida.
Encontré un poco de carne picada en la nevera y la eché en un gran cuenco y en otro eché agua fresca.
Cuando llegué a la habitación el lobo ya no estaba, en su lugar se podía apreciar el cuerpo desnudo de un hermoso joven de pelo negro al que las sábanas apenas tapaban su esbelta figura.
Frené en seco, empalidecí, no era capaz de respirar, el corazón no respondía. Entré en una especie de shock. Los cacharros me resbalaron de las manos y mis piernas fallaron y me hicieron caer al suelo.
El joven ante tal estruendo se dio la vuelta y en un movimiento tan rápido que fue casi apenas imperceptible me cogió por los hombros e impidió que me diera en la cabeza con el suelo.
Poco a poco fui perdiendo la consciencia, mientras mis ojos miraban hacia todas partes, pero lo único que encontraban eran unos preocupados ojos grises que los miraban fijamente.
Me desperté horas más tarde arropada por la oscuridad de la noche. Pensé que había sido un mal sueño pero el fuerte olor a animal que impregnaba las mantas decía lo contrario.
Cuando mis ojos de adaptaron poco a poco a la oscuridad me di cuenta de que no estaba sola. A mi lado estaba Seth que me observaba con detenimiento como si estuviera a la espera de una asustadiza reacción de mi parte, y me agarraba la mano suavemente con la esperanza de que no saliera corriendo.
Y no lo hice, tenía miedo, pero mi curiosidad era todavía más grande. Me senté en la cama y encendí la pequeña luz de la mesilla.
Qué se supone que había pasado? Deseaba que todo hubiese formado parte del sueño, pero la venda que horas antes le había puesto a un gran lobo de oscuro pelaje y ojos plateados en la pata izquierda y que ahora había sido reemplazada por un brazo de un humano confirmaba lo que mi mente trataba de ocultar.
Todavía estaba en una especia de nube, pero ahora estaba segura de que no me volvería a desmayar.
Posé mi mirada en la suya, pero rápidamente rehuyó. No se sentía capaz de mirarme a los ojos. Ahora era él el que huía de mi mirada y yo buscaba la suya, implorando a gritos respuestas que ni siquiera sabía si quería escuchar.
Reuní todo el coraje que pude y me dispuse a formular mis preguntas.
-Qué eres? – pregunté sin rodeos, aunque ya intuía la respuesta quería que la confirmase, que me asegurara que no me estaba volviendo loca.
Sin respuesta alguna se levantó de la cama y se dirigió a un pequeño armario para vestirse.
Con la cara roja de vergüenza y frustración porque no me había hecho caso sañí de la habitación aguantando las crecientes ganas de echar una miradita.
Le esperé en la cocina y en escasos minutos entró para comer algo. Volví a hacerle la misma pregunta, pero seguía sin obtener respuesta.
Cansada cogí unos de los cuchillos más grandes del primer cajón que abrí y le apunté con él.
-Muy bien, me vas a responder ahora? Y no me ignores, porque te juro que te corto!- chillé al borde de un ataque de nervios acercándome cada vez un poco más.
Posó su dedo en el chuchillo y lo deslizó sobre el filo cortándose y dejando un rastro de sangre que impregnaba el aire con un olor parecido al óxido. Al mismo tiempo, aprovechando mi confusión fue bajando poco a poco el cuchillo hasta que dejo de apuntarle y me lo quitó de las manos.
-Así mejor- contestó con voz arrogante- Aquí el que pregunta soy yo, por qué saliste afuera? Tan difícil te resultaba quedarte dentro tranquila y a salvo! En que piensas? Es que no te das cuenta de que te podrían haber hecho daño, de que yo te podría haber echo daño…
-Si tanto te molesta me voy! Ni siquiera sé que hago aquí, déjame!- grité mientras lloraba y cogía mis cosas para largarme de allí ahora mismo. El me observaba sin saber cómo reaccionar, comenzó a temblar casi tan fuerte como aquella primera vez.
Sin volver la vista atrás ni decir adiós abrí la puerta y me encaminé hacia la profundidad del bosque. Pero cuando apenas había dejado atrás el porche unas calientes y fuertes manos agarraron mis muñecas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 7

Nuestros labios se fueron aproximando. Su boca rozó la mía. El corazón me martilleaba el pecho, mi cabeza daba vueltas y en mi estómago miles de mariposas comenzaron a volar a la vez.
Nos besamos suave pero apasionadamente durante un buen rato. Sus labios encajaban perfectamente con los míos, como si mi vida fuera un puzle y el fuera la pieza del rompecabezas que me faltaba.
Había deseado tanto aquel momento desde el instante en el que le vi, y ahora por fin se había cumplido. Nuestras bocas se separaron unos escasos segundos para coger aire, para luego volver a fundirse en uno solo como si fuéramos una sola persona.
Puede sentir como su corazón latía salvajemente mientras sus manos pasaban de estar en mi cara a acariciar tiernamente mi pelo y rozar con las puntas de sus dedos mi espalda.
Miles de recuerdos bombardeaban mi mente. Cientos de noches en las que soñaba que él regresaba y se colaba por mi ventana para abrazarme y decirme que todo iba a estar bien mientras yo me quedaba dormida en sus brazos, sabiendo que a la mañana siguiente, él todavía estaba ahí.
Nuestras manos se entrelazaron, nuestras piernas se cruzaron, podía sentir el latido de su corazón, tan rápido como el mío.
Finalmente nuestros labios se separaron. Sentía como su dulce aliento rozaba mis mejillas. Tenía un agradable olor a bosque que se extendía por toda la casa.
Se tumbó a mi lado y clavó su preciosa mirada en mí. Nos miramos fijamente a los ojos durante un pequeño instante que pareció eterno, sin importarnos todo lo demás. En aquella especie de mundo paralelo en el que estábamos, en nuestra pequeña burbuja, en la que sólo existíamos él y yo. El tiempo no pasaba, los problemas desaparecían con el miedo, la soledad no existía, igual que el odio. El rencor se olvidaba y las penas se curaban.
Nuestros cuerpos apenas se rozaban ya. Me cogió de la mano suavemente, con cuidado para no hacerme daño y entrelazó sus dedos con los míos, acercó su boca a mi oído y me susurró tiernamente.
-Pase lo que pase, no te vayas por favor, te necesito a mi lado, ahora que por fin te tengo no soportaría perderte otra vez. Quiero protegerte, tengo que protegerte. Te quiero Cat… desde el momento en el que te vi, desde que nuestras miradas se cruzaron y nuestras vidas se encontraron…- no pude dejarle terminar la frase, le abracé fuertemente y le besé.
-Yo también te quiero Seth… - dije en un susurro- te he querido desde que me salvaste la vida, siempre he estado esperando este momento, poder estar a tu lado de nuevo… todas las noches pensaba en ti, en que te encontraría, en que volverías a buscarme y me ayudarías a calmar el dolor de mis heridas. Eres la razón de mi existencia, si tu no me hubieras ayudado ahora mismo estaría muerta… -susurré con la cabeza apoyada en su pecho. Me besó tiernamente en la cabeza y me acunó entre sus brazos.
Nos quedamos en silencio, con los dedos todavía entrelazados y con la cabeza apoyada en su pecho y dejé que la oscuridad de la noche me arrastrara hacia un profundo sueño.
En mitad de la noche me desperté para asegurarme de que todavía seguía allí. Nuestras manos aún seguían juntas y cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad pude distinguir perfectamente la silueta de su cuerpo.
Me pasé un buen rato observándolo antes de quedar dormida otra vez, y poco a poco se me fueron cerrando los ojos.
Sentí como si alguien me cogiera para luego depositarme en un lugar blandito. Entreabrí un poco los ojos pero no conseguí ver nada ni a nadie, así que supuse que fue una impresión mía y seguí durmiendo tranquilamente.
A la mañana siguiente me encontraba sola encima de la cama. No tenía ni idea de cómo había llegado allí durante la noche. Estaba segura de que me había quedado dormida en el suelo al lado de Seth. Pensé que él me había puesto a en la cama para que durmiese más cómoda así que me levanté sigilosamente con la intención de despertarlo de un buen susto.
Para mi sorpresa allí no encontré a nadie, así que supuse que estaría en el baño o preparando el desayuno para las dos.
Aparté las cortinas y abrí un poco la ventana para que el fresco de la mañana inundara la habitación. Más o menos serían las doce del mediodía.
Era otro caluroso día de verano, si no fuera por la sombra y la brisa producida por los árboles del bosque sería insoportable.
Un agradable olor a pino y madera impregnaba todos los rincones de la casa. Me senté encima de la cama a esperar por Seth, pero después de estar una media hora esperando me empecé a preocupar y a poner nerviosa.
Me acerqué al baño, la puerta estaba cerrada, pero no se escuchaba ningún ruido procedente del interior. Llamé a la puerta y grité su nombre por toda la casa. Me dirigí hacia la cocina esperando que estuviera allí esperándome impaciente para darme una sorpresa, pero allí tampoco había nadie.
El silencio inundaba toda la casa, el alegro sonido de los pájaros de los árboles más cercanos apenas se escuchaba y el único sonido que parecía haber en la casa era el agitado ritmo de mi respiración entrecortada.
Asustada me senté en el suelo y apoyé la cabeza entre mis rodillas. Me acordé de todo lo que nos habíamos dicho la noche anterior, las promesas de que nunca nos separaríamos ahora que estábamos juntos, y una lágrima resbaló de mis ojos.
Había sido una estúpida, me había utilizado y yo había caído como una tonta. Me empecé a enfadar conmigo misma, cómo había podido confiar en alguien al que apenas conocía.
Todo había sido una mentira, mis manos se convirtieron en puños y empecé a golpear a golpear el suelo con ellos, estaba furiosa. No sé que había sido los peor, que le creyera o que le quisiera.
Miles de lágrimas caían por mis mejillas empapándome la camiseta y el suelo. Después de un buen rato conseguí tranquilizarme y recuperé la calma, sequé la cara con la manga de la camiseta y me levanté. Tenía que recoger las cosas, e irme igual que él había echo.
Caminando hacia la habitación escuché un golpe seco que parecía provenir de la puerta principal de la casa. El corazón me dio un vuelco, y para de andar a ver si el sonido se volvía repetir. Pocos segundos después el mismo sonido seco se escuchó acompañado de un suave gemido.
Fui corriendo hacia la puerta, agarré el pestillo con manos temblorosas y poco a poco a abrí la puerta.

Capítulo 6

Y así estuvimos toda la tarde. Yo le hacía preguntas mientras él las respondía, siempre de forma agradable y sin tomarse nada a mal, aunque muchas veces se paraba a pensar mucho las cosas antes de responderme. Descubrí que tenía lagunas, sobre todo en lo que se refiere a su pasado, cuando era un niño pequeño.
Empezaba a caerme realmente bien, puede que incluso me gustase. Descubrí que teníamos muchas cosas en común, ya que a los dos nos encantaba el bosque y los lobos.
Parecía saber mucho sobre lobos y cuando hablaba sobre ellos un pequeño brillo de orgullo y alegría aparecía en sus ojos.
Parecía feliz, seguro y de vez en cuando me iba contando pequeñas historias que sus padres le contaron acerca de hombres lobo cuando era pequeño. Estaba tan metido en aquellas historias que cualquiera diría que el mismo las había vivido.
Me contó que su madre había muerto cuando él tenía cinco años. Después de aquello su padre se mudó a una pequeña ciudad al lado del bosque de Wisconsin. Pero hace dos años su padre había fallecido en un trágico accidente, pues había sido brutalmente atropellado por un coche.
Con la ayuda del mejor amigo de su padre consiguió esta casa, en la que vive desde la muerte de su padre.
De vez en cuando el amigo de su padre viene para ver como está y saber si necesita algo, y se queda unos días pero luego regresa a la ciudad con su familia.
Cuando me contó lo de su padre me recordó lo que le había sucedido a los míos, que también habían muerto hace dos años, pero a diferencia de su padre, los míos murieron cuando chocaron contra algo que salió de la oscuridad del bosque. Y una vez más volví a agradecerle que hubiera estado allí en aquel preciso momento y salvarme la vida.
Cuando anocheció regresamos a casa para cenar y dormir, pero de camino a la habitación me pareció ver como por unos segundos Seth se mareaba y volvía a recuperar la compostura enseguida.
El aullido de los lobos comenzó a sonar, miré el cielo había luna llena y la noche estaba tan despejada que se podían apreciar claramente todas las estrellas del cielo.
No sabía muy bien si le había pasado algo o si habían sido solo imaginaciones mías pero como no volví a hacerlo otra vez y no dijo nada lo dejé pasar.
En el suelo de la habitación había una especie de cama improvisada con cojines y mantas. Cuando disponía a meterse en aquella especie de saco se lo impedí y le dije que durmiera él en la cama, ya que la casa era suya y yo no quería molestar.
A pesar de lo mucho que insistí no conseguí hacerle cambiar de idea y tirándome uno de los mucho cojines que tenía allí apelotonados a su alrededor a la cabeza me obligó a dormir en su cama.
Pero aquello no había acabado allí, me había tirado un cojín a la cabeza sin previo aviso, aquello era la guerra y tenía pensado ganarla. Me metí sin decir ni mu en la cama y cogí la gran almohada sin que se diera cuenta.
Calculé más o menos la distancia que había y apagué la luz de la habitación. La luz de la luna que se colaba por los huecos de las cortinas iluminaba la habitación y me permitía distinguir claramente las siluetas de las cosas.
Esperé un buen rato con la intención de pillarle completamente desprevenido. Cuando llegó el momento me acerqué sigilosamente a él arrastrándome por la cama hasta los pies de ésta, donde estaba Seth.
Con todas mis fuerzas apunté directamente a su cabeza. Sin saber cómo en milésimas de segundo consiguió esquivar la almohada y lanzar otro de los cojines en mi dirección.
Conseguí moverme un poco y solo me rozó el brazo, sin llegar a hacerlo demasiado fuerte.
-Así que me declaras la guerra, muajajaja!- exclamó -¡Pienso ganar yo!- dijo muy animado esbozando una gran sonrisa.
-Tú me la has declarado primero lanzándome el cojín- dije divertida mientras le apuntaba con la almohada- y seré yo quien gane, te lamentarás de haberme lanzado el cojín a la cabeza! Jajajajaja…
-Pues muy bien, que empiece la guerra!
-Y que gané el mejor- respondí
Cogí mi supermega almohada y volví a apuntar otra vez a su cabeza. Aproveché el momento en el que él estaba buscando otro cojín para dispararme y ataqué.
No pude contener la risa cuando miré los pelos que le quedaron después de recibir mi gran golpe de almohada en toda la cara. Su liso pelo dio paso a una alborotada masa de pelo negro. Seth aprovechando que la distraída ahora era yo contraatacó lanzándome otro cojín y alborotando también mi pelo.
Ahora era él el que se reía sin parar. Era la oportunidad perfecta así que no lo dudé. Aprovechando que estaba tirado en el suelo riéndose me abalancé sobre él y me senté encima para que no pudiera escapar y se rindiera. Comencé a golpearle suavemente con la almohada ya que no quería hacerle daño.
Justo cuando me disponía a darle un buen golpe con la almohada me cogió de los brazos lo que hizo que todo mi pecho cayera justamente encima del suyo y nuestras cabezas quedaron una enfrente de la otra, a escasos centímetros.
Había estado tan entretenida que no me había dado cuenta de que estaba encima suya hasta aquel instante en el que me encontraba sumergida en su mirada.
En aquellos momentos deseaba besarle, mi corazón iba a mil por hora, sin embargo no me atreví a hacerlo. No tuve el valor necesario para besarle por miedo a que me rechazara. Tampoco me moví del sitio, tenía miedo de que cualquier movimiento provocara que aquel mágico momento se acabara.
Poco a poco la distancia que nos separaba se fue acortando. Un golpe secó en la espalda me sacó de mi pequeña burbuja de fantasía. Seth había aprovechado aquel momento para darme con el cojín y con un rápido movimiento se deshizo de mí tumbándome en el suelo a su lado y colocando a mí debajo de su cuerpo.

Capítulo 5

Cuando salí del baño el sabroso olor de la comida inundaba todo el pasillo. Al fin me sentía fresca, cómoda. A pesar de que la ropa no era de mi talla y de que era de hombre, agradecí poder vestir ropa limpia y cómoda.
Echaba de menos mis viejos vaqueros raídos que tanto usaba y mis gastadas zapatillas. Pero tenía que conformarme con lo que tenía, sobre todo con en la situación en la que me hallaba, ya que no podía regresar a casa.
Una de las puertas estaba abierta, de allí parecía provenir el delicioso olor, así que me dirigí a aquella habitación.
Una redonda mesa se hallaba justo en el centro de la estancia, que parecía ser una pequeña pero acogedora cocina. Poseía cuatro sillas dispuestas alrededor de la mesa que parecían haber sido hechas a mano.
En frente de dos de las sillas había dos grandes platos llenos de comida que tenían muy buena pinta.
Sin pensarlo dos veces me senté en una de las sillas y comencé a devorar la comida. Tenía tanta hambre que no me había dado cuenta de que Seth estaba en la cocina y ni siquiera me enteré cuando se sentó a mi lado.
-¡Vaya si que tienes hambre!- exclamó con la amplia sonrisa que tanto me gustaba- ¡Qué aproveche glotona!- me hizo gracia la energía con la que me había dicho esas palabras. Nadie hubiera imaginado que aquel chico era tan simpático después de lo que había pasado la noche anterior- Cuidado no te atragantes que no se primeros auxilios, aunque estaría encantado de hacerte el boca a boca- aquellas palabras me sorprendieron tanto que hicieron que me atragantara y no pudiera respirar de la gran carcajada que me produjo.
Menos mal que Seth me acercó un gran vaso de agua y pude volver a respirar. Después de aquello empecé a comer más despacio, mientras pensaba y organizaba todas las preguntas que quería hacerle.
-¿¡Qué!?- pregunté chillando, para asegurarme si había entendido bien lo que me había dicho. -¿Perdón que dijiste?- volví a decir un poco más relajada.
Apartó sus plateados ojos de los míos, parecía un poco avergonzado
Cuando acabamos de comer le ayudé a recoger los platos y a limpiarlos. Tenía que agradecerle de alguna forma todo lo que había hecho por mí. Me estaba cuidando y dando un lugar donde vivir y a pesar de lo que pasó ayer por la noche me había salvado de la muerte en dos ocasiones.
Al acabar de preparar todo nos dirigimos hacia la puerta de entrada y salimos al exterior. No había dicho nada después de lo que había dicho, me había limitado a ayudarle y a seguirle a todas partes. Parecía que aquel silencio no le importaba, así que no quise romperlo.
Nos sentamos en un pequeño banco de madera  que había en el espacioso porche de la parte de atrás de la casa. Estaba rodeada de verde hierba recién cortada que acababa unos pasos más adelante para dar paso a la inmensidad del bosque que se alzaba ante nosotros.
Aquella belleza era tan increíble como el guapo chico que estaba a mi lado, nunca había visto algo tan bonito, me dejaba sin palabras y la proximidad entre Seth y yo no facilitaba las cosas, pero decidí que era el momento de preguntar, ahora que todo se había calmado y no teníamos nada que hacer.
Quería saberlo todo sobre aquel chico, pero no quería que aquello se convirtiese en una especie de interrogatorio policial, así que intenté ser amable y que mis preguntas no lo parecieran. Empecé por lo primero que se me ocurrió y dejé que la conversación transcurriera.
-Así… Así, que esta es tu casa, ¿no?- comencé todavía intimidada por su presencia y aún más por su intensa mirada de plata líquida. Aún permanecía un poco del miedo pasado la noche anterior en mi cuerpo, pero tenía que confiar en él, me había prometido que no me quería hacer daño, y no tenía intención de echarme para atrás.-Es muy bonita.
-Gracias, pues sí esta es mi casa, aquí es donde vivo, escondido en medio del bosque de la ruidosa ciudad
-¿No te gusta la ciudad? A mí me encanta el bosque, pero no sería capaz de vivir aquí en medio, es muy peligroso, hay muchos lobos.- me pareció haber atisbado una tímida sonrisa en sus labios cuando dije lo de los lobos ¿Y no vas a nada a la ciudad? Porque aquí estás muy solo.
- La verdad es que sí, estoy bastante solo, pero la ciudad es un sitio muy peligroso para alguien como yo que necesita refugiarse en el bosque. Pero no estoy tan solo, y solo voy a la ciudad cuando es necesario. Además mis compañeros de manada vienen por aquí todos los meses…-espera, ma… ¿manada? ¿Acaba de decir manada? No, no podía ser, seguro que fueron imaginaciones mías…
La imagen de la oscura silueta de un lobo escondido detrás de un matorral cruzó mi mente, no, no podía ser pero estaba segura que había oído eso, o al menos me lo había parecido.
-¿Estás bien?- Preguntó Seth al ver que no reaccionaba. Poco a poco la sangre fue huyendo de mi cara -¿Qué pasó?- Se impacientó Seth -¿He dicho algo malo?
Poco a poco fui recuperando la compostura, pude notar como la sangre volvía a mi cara, me estaba poniendo de los nervios, pero tenía que tranquilizarme, lo que en aquellos momentos rondaba por mi cabeza no podía ser, no era posible… pero ¿y si sí lo era? No, no podía aquello era imposible. La razón no quería creerlo, se resistía a pensar en eso, pero algo en mi interior me decía que tenía que tener cuidado.
Me resistí a creer a mi intuición y le hice caso a la razón, apartando todos aquellos pensamientos de mi mente.
-No, no pasó nada. Es sólo que…- sacudí la cabeza con energía intentando olvidar y alejar los pensamientos que cada vez eran más y más intensos que antes.- es que…- volví a repetir, pero las palabras no salían de mis labios.
-¿Qué?- peguntó con impaciencia y nerviosismo
-¿Acabas de decir manada?- pregunté con intriga y miedo. Quería que me respondiera, pero a la vez no quería saber su respuesta. Esperé temerosa de cuál sería su reacción, pero su respuesta me asustaba todavía más.
Se tomó su tiempo para responder y después de meditar unos minutos lo que iba decir, tomó una gran bocanada de aire y comenzó a hablar.
-S… Sí… Sí, he dicho manada- comenzó a decir.- Es que… verás, a… a mis amigos y a mí, bueno… se que puede sonar un poco friki… pero, verás… em… como nos gustan muchos los lobos y el bosque, pues… em… a nuestro pequeño grupo lo definimos como una pequeña manada, en la que todos estamos unidos…- Me sentí como una estúpida, me había puesto como una histérica por una chorrada que no tenía importancia. En que estaría yo pensando… Su respuesta no fue muy segura igual que su forma de hablar pero le creí porque supuse que se había puesto nervioso y las palabras no le salían, además, qué iba a ser sino.
-Am… Vale… -respondí no muy convencida, y con el objetivo de seguir averiguando cosas sobre él.
-¿Qué más quieres saber?- preguntó esbozando su increíble sonrisa. Aún no sabía cuando empecé a adorar aquella sonrisa.

Capítulo 4

Cuando me desperté sobresaltada, todavía seguía apoyada en la pared del pasillo. Su cabeza seguía apoyada sobre mis piernas y parecía profundamente dormido.
Un aterrador aullido me había sacado de las profundidades del sueño y me había devuelto a la confusa realidad en milésimas de segundo. Su aullido parecía de dolor, de odio, de venganza, o tal vez me lo pareciera a mí, pero parecía tan cercano… lo pude escuchar casi con la misma claridad como si el lobo que lo había hecho se encontrara justo detrás de la puerta de entrada.  Me había asustado y despertado.
Quería levantarme, pero me dolían tanto los músculos que no pude hacerlo. Caminar me relajaría y relajaría mis músculos, pero no quería seguir intentando levantarme, no quería despertarlo y que los temblores y las convulsiones empezaron otra vez, para esta ocasión no parar. Me quedé unos minutos despierta antes de caer rendida otra vez a ver si escuchaba de nuevo el aullido, pero no volvió a repetirse.
Volví a despertarme varias horas más tarde, pero ahora ya no estaba en el suelo del pasillo, sino que me encontraba en la cómoda cama del dormitorio.
Cuando me incorporé completamente, de una de las habitaciones salió Seth con otro plato de tortitas y zumo, y lo puso enfrente de mí, procurando mantenerse lo más lejos posible de mi cuerpo.
Me dolían las muñecas y una fina franca rojiza las recorría de un extremo al otro. Mi mirada encontró la suya, quería odiarle pero a la vez también quería quererle, tenía que temerle, pero me sentí cómoda a su lado, debía huir, pero no quería separarme de él después de tantos años buscándole.
Tenía tantas ganas de que aquel momento llegara… Sin embargo no era lo que yo había esperado. En sus ojos se podía percibir claramente lo arrepentido que estaba. La que antes me había parecido la mirada más hermosa del mundo ahora me parecía la más triste de todas las que había visto.
Después de engullir toda la comida me sentía preparada para hablar de todo lo que había ocurrido ayer.
-E… e… eras tú…- miles de emociones salían en ese momento al exterior no sabía lo que decía, simplemente deje que mis labios se movieran y que de mi boca salieran palabras.- Tú eras aquel chico que me salvó la vida hace dos años… cuando mis padres tuvieron el accidente- mi mirada seguía clavada en la suya,- pero, ¿por qué no me dijiste nada? Si me lo hubieras dicho desde el principio nada de esto habría pasado. Me hiciste mucho daño.-apartó su mirada de la mía y la posó en el suelo, no se sentía capaz de mirarme a la cara.- Llevo buscándote estos últimos dos años, quería darte las gracias, pero desapareciste, y nunca más te volví a ver- cuando dije eso su mirada poco a poco fue recuperando algo de esperanza y me miraba fijamente ahora, llena de intriga.
Se levantó de la silla en la que estaba sentado y poco a poco se fue acercando a mí. Me abrazó con fuerza, pude sentir el agradable calor que emanaba de su cálido cuerpo.
-Shh… tranquila…- no sabía cómo, pero escuchar su voz me tranquilizó- ya sé que esto es muy difícil de asimilar, y que estás confusa, pero no te vayas por favor- su abrazo cada vez se volvía más fuerte, en aquellos momentos apenas podía respirar.- no… no quiero hacerte daño. Siento mucho lo que te hice ayer, no… no era yo, no quería que nada de esto pasase, de vedad que lo siento! , pero por favor, no me tengas miedo…- poco a poco fue aflojando la fuerza con la que me estaba agarrando. Una gran bocanada de aire llenó mis pulmones. Un nudo se formó en mi garganta, no sabía que decir, no sabía qué hacer y él me miraba a la espera de una respuesta.
Ahora era yo la que le abrazaba fuertemente a él, apenas le conocía, no debía fiarme de él, pero quería hacerlo, y me sentía tan segura a su lado que decidí ocultar mis miedos hacia él y dejarme llevar por la intuición dejando a un lado el sentido común.
No dije nada, no quería interrumpirle así que seguí abrazándole mientras dejaba que se desahogase.
Estuvimos así alrededor de media hora, seguíamos abrazados, pero en silencio. Nuestros cuerpos se tocaban, y en aquellos lugares en los que su piel rozaba la mía un enorme cosquilleo las recorría.
Poco a poco nos fuimos distanciando, su cuerpo yo no rozaba el mío pero el cosquilleo permanecía como si tocar aquella suave piel me dejase una marca, como si me hubiera quemado.
Mi corazón latía fuertemente y cuando me miró profundamente pude sentir como la sangre que recorría todo mi cuerpo se reunía y ascendía hasta mis mejillas, ruborizándome. Avergonzada aparté su mirada de la mía y pude atisbar por el rabillo del ojo como una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.
Me dispuse a levantarme e ir al baño, aunque no sabía mucho lo que hacía pero cuando apoyé el pié en el suelo sentí vértigo y me mareé.
Con rápidos movimientos Seth se levanto de la cama y me cogió de la mano impidiendo que acabara en el suelo. Me ayudó a mantener el equilibrio y me mantuvo estable.
Una vez tranquila suspiré profundamente y todavía cogida de su mano comenzé a caminar, pero las piernas me volvieron a fallar por segunda vez.
Esta vez, Seth en vez de agarrarme de la mano otra vez pasó su fuerte brazo por mis piernas y me agarró con el otro por la cintura. En segundos me alzó del suelo y cuando me di cuenta estaba colgada en sus brazos.
Me sentía como una niña pequeña en sus brazos y una risilla tonta salió de entre mis labios.
-¿ A dónde quieres que te lleve?- preguntó mientras una amplia sonrisa se formaba en sus labios.
-Al baño, por favor- dije sonriendo. Necesitaba tomar una ducha, que el agua golpeara mis músculos y los relajara -¿puedo tomar una ducha?- pregunté con timidez.
-Pues claro que sí, ahora te traigo toallas y ropa limpia- me dejó en el suelo, en frente de la puerta del baño y desapareció por una de las puertas.
Minutos más tarde apareció con un par de toallas y una muda limpia en las manos. Me entregó las cosas, me abrió la puerta como un verdadero caballero, me dejó pasar y cerró la puerta cuando estuve dentro. Ya no había ningún rastro, ni signo de violencia que ayer a la noche había aparecido en su mirada.
Una vez dentro abrí el grifo de la ducha para que se fuera calentado mientras tanto el agua. Cogí un pequeño cepillo que había y me dispuse a desenredar la maraña de pelos que era mi cabello. Después de pasar un buen rato cepillando el pelo comencé a desvestirme y me metí bajo el caliente chorro de agua.

martes, 20 de septiembre de 2011

Capítulo 3

Con el estómago lleno y la sed saciada me sentía capaz de comenzar a preguntar. Ni siquiera sabía por dónde empezar, así que pronuncié la primera pregunta que me vino a la mente.
-¿Quién eres?- tenía la voz ronca y me costaba hablar, pero intenté que mi voz no titubeara, e intentaba mostrarme firme y decidida, aunque por dentro me estuviera muriendo del miedo que estaba pasando.
Mientras le hablaba mi mirada recorría toda la habitación temerosa de mirarle directamente a los ojos y quedarme atrapada en ella, no podía permitir en aquel momento que mi mente se pusiera a divagar, en aquel instante era lo último que necesitaba.
Esperando su respuesta recorrí toda la habitación, desde las raídas cortinas, hasta el viejo tocador de oscuro roble, pasando por la polvorienta alfombra del pasillo que se encontraba en medio de la habitación, justo enfrente de la cama, y comunicaba en dormitorio con las demás estancias de la casa.
Después de pasar un buen rato esperando no obtuve ninguna clase de respuesta, así que volví a preguntar. Su mirada seguía clavada en mí pero no podía permitir que me hiciera perder los nervios.
Seguía sin obtener respuesta, y empecé a pensar que tal vez no me entendiera y fuera de otro lugar cuando por fin escuché su voz.
-Tienes que descansar, todavía estás dolorida por el gran golpe que te llevaste en la cabeza cuando caíste, y necesitas dormir un poco más.- Su respuesta me desconcertó. Había obtenido una respuesta, pero no era la que yo quería, no era la que necesitaba. No pensaba rendirme hasta conseguir la información que buscaba y saber que podía dormir en paz, así que seguí insistiendo.
-Estoy bien, ya no me duele nada, no hace falta que te preocupes por mí, se cuidarme sola. Pero yo no te pregunté eso, si me duele algo o no es problema mío no tuyo, ni siquiera sé que hago aquí, ni por qué me ayudaste si no me conocías de nada, en vez de llamar a una ambulancia, así que por favor respóndeme a la pregunta- Intenté sacar toda la frialdad que pude y hacer que en mis palabras se notase un tono de amenaza, además de mirarle fijamente a los ojos intentando hacerle entender que no estaba de broma- o me iré ahora mismo y te denunciaré a la policía.
-Si vas a la policía te llevarán a casa, junto a tu hermana y pondrás su vida en peligro. Te llevan buscando desde hace días y tu hermana les ha suplicado que no paren hasta que te encuentren, sea donde sea, y te traigan a casa. También está organizando partidas de búsqueda por el bosque.- Su respuesta me dejó sin habla por uno segundos, como podía saber todo aquello, como podía saber que había huido de casa con la esperanza de salvar la vida de mi hermana y mis amigos- Estuviste tres días en coma y si sales ahora puedes desmayarte en medio del bosque y servir de alimento de algún animal.
-Me da igual, ¿quién te crees tú para decirme lo que debo hacer o no?, déjame salir de aquí. Llévame al bosque o a mi casa, pero déjame salir de aquí.- ya no podía soportarlo más y exploté, las lágrimas resbalaban rápidamente por mis mejillas-Y… y cómo sabes todo esto, ¿quién eres, y qué quieres de mí? ¿Dónde estamos?...- todas las preguntas que antes no fui capaz de pronunciar salían ahora de mi boca, sin apenas dejar espacio entre una y otras entremezclándose entre palabras sin sentido que salía de mí garganta mientras intentaba no llorar.
-He dicho que tienes que descansar, te guste o no. ¿Cuál es la parte que no entiendes? No pienso responder a ninguna pregunta hasta que no hagas lo que yo te pida. Así que vete tranquilizándote y deja de llorar, ¡no te voy a hacer nada!-sus gritos me asustaban. No tenía por qué soportar aquello. El miedo y el odio se mezclaron con la adrenalina que recorría mis venas. Estaba distraído gritando como un loco, y en ese momento vi la oportunidad de escapar. No podía perder ni un segundo más de tiempo y recé para que mis piernas no me fallaran en aquel momento.
Salté fuera de la cama en dirección a la puerta que parecía ser la de la salida y corrí más rápido que nunca.
Se puso como una fiera y comenzó a gritar todavía más alto. No sabía lo que decía, pero no me importaba. Por fin llegué a la puerta, y me disponía a girar el manillar.
-¿De verdad no te acuerdas de mí?- no había estado atenta a todo lo que estaba diciendo, pero aquella pregunta la pude escuchar perfectamente. Aquello me distrajo y me paralizó durante varios segundos.
Una vaga imagen del recuerdo de una trágica noche, que ocurrió hace un par de años, cruzó mi mente en apenas milésimas de segundo.
Estaba confusa y cuando me quise dar cuenta él ya se abalanzaba sobre mí para impedirme que huyera. Por suerte conseguí agarrar el pestillo y girarlo, pero mi sorpresa fue aún mayor cuando descubrí que la puerta estaba cerrada y no se abría.
Ya no había vuelta atrás, él se encontraba a escasos pasos de mí y cubría el estrecho pasillo de derecha a izquierda. No había escapatoria esta vez sí que estaba perdida.
Su mirada estaba cargada de odio y frustración aunque creo que pude llegar a atisbar el pequeño brillo de la tristeza en su mirada.
Tenía miedo, me temblaban las piernas y las lágrimas que antes había conseguido retener resbalaban ahora por mis mejillas. Se abalanzó sobre mí empujándome contra la puerta. Agarró mis muñecas con sus calientes manos y las situó a la altura de mis hombros, presionándolas fuertemente contra la dura madera de la puerta.
No podía dejar de llorar, tenía miedo y la voz no acudía a mi garganta, en aquellos momentos que tanto la necesitaba. Su mirada atrapó la mía por una milésima de segundo que pareció una eternidad. Pude sentir como una especie de corriente eléctrica emanaba en aquellas zonas donde su cuerpo rozaba con el mío y recorría todo mi ser.
Me estaba haciendo mucho daño y su cuerpo se pegó tanto al mío que apenas tenía espacio para respirar. Recuperé la voz y conseguí emitir una especie de sonido parecido a un aullido. Su cuerpo temblaba y sufría fuertes convulsiones.
Su boca se acercó aún más a la mía, sus ojos parecían vacios no había un destello de vida en ellos, parecía estar en una especie de trance del que no podía salir.
Poco a poco se fue acercando más y más hasta que nuestros labios se rozaron y segundos más tarde se fusionaron en un pasional y dulce beso. Después de una eternidad, nuestro beso se acabó y volví a notar el increíble dolor que sus manos ejercían sobre mis muñecas. A mi mente vino un nombre, el nombre que con locura había tratado de recordar durante estos dos últimos años.
Cuando volvía mirar sus intensos ojos grises la vida comenzó a aparecer en ellos y sus manos comenzaron a aflojar mis muñecas. Los temblores y las convulsiones habían cesado. Intentaba odiarle, pero por más que lo intentaba no podía, no después de descubrir quién era en realidad.
Se cubrió la cara con las manos para intentar ocultar las lágrimas que ahora resbalaban por su cara, en su expresión apareció el desconcierto, la culpabilidad…
Estaba confusa, asustada. Qué se suponía que tenía que hacer en aquellos momentos. No tuve tiempo para poder pensar nada, se cayó de rodillas ante mí. En su rostro apareció el dolor y comenzó a temblar otra vez.
Ya no podía más, estaba cansado, pero trataba de luchar contra aquello que le hacía perder la cabeza. Aquella era la oportunidad perfecta para poder escapar, pero no pude, no podía hacerlo, no quería dejarle allí abandonado en aquel estado. Él había hecho mucho por mí, me había salvado la vida dos veces y no podía dejar que le pasase algo. Era lo mínimo que podía hacer por él.
No sabía que le pasaba, contra qué clase de cosa estaba luchando para mantener la cabeza, tampoco sabía cómo ayudarle y como hacer que parase, pero seguí mis instintos, y como si me tratase de una marioneta me arrodillé en el suelo a su lado y le abracé con toda la fuerza que tenía.
Poco a poco comenzó a calmarse y las convulsiones disminuían, apenas temblaba, perecía que aquello estaba resultando.
En mi mente iba  y venía el dulce recuerdo de una trágica noche, y en mi cabeza no paraba de repetirse su nombre. Conseguí que dejara de temblar y que las convulsiones pararan de todo.
Se había quedado dormido por todo el esfuerzo y por el cansancio, yo también estaba muy cansada y apenas podía moverme, así que me quedé a su lado para ayudarle si lo volvía a necesitar. Su cabeza estaba apoyada sobre mis piernas y parecía estar profundamente dormido.
-Gracias- me pareció escuchar en el intangible murmullo que salió de su boca mientras dormía.
-De nada, Seth. Descansa, lo necesitas.- No supe con claridad si de verdad me dijo eso o si incluso llegó a decir algo pero le respondí. Minutos más tarde me encontraba en un profundo sueño, yo también.

Capítulo 2

Todavía no había amanecido cuando me desperté. Como todavía no tenía hambre decidí seguir caminando.
Nunca había estado en aquella parte del bosque, tan alejada del pueblo, estaba completamente desorientada y no sabía qué dirección tomar, así que decidí seguir recto, en dirección contraria a la que había llegado a aquel acogedor claro.
Después de caminar durante varias horas más, encontré otro claro muy parecido al anterior, se podría decir casi igual.
Estaba cansada así que me senté en el pequeño tronco de un árbol, que había sido talado. Empezaba a tener un poco de hambre así que comí un poco de chocolate para reponer fuerzas y poder seguir avanzando.
Cuando estaba recogiendo todo, y estaba lista para ponerme en marcha escuché un ruido que provenía de los matorrales situados junto detrás de mí.
El corazón comenzó a latir con fuerza, parecía desbocado, con la intención de salir de mi pecho y huir. Me di la vuelta, temerosa de lo que podía salir de allí. Tal vez estuviera exagerando, puede que fuera una pequeña ardilla o un ratón de campo, pero estaba tan asustada que las ideas cuerdas no llegaban a mi cabeza.
En el pequeño matorral me pareció ver la oscura silueta de un feroz lobo, pero parecía demasiado grande para serlo, y estaba demasiado asustada para pensar con claridad, puede que fuera la imaginación que me estuviera jugando una mala pasada.
Cada vez se acercaba más, sus pasos eran cautelosos pero decididos. Quería correr pero las piernas no me respondían y estaba demasiado cansada. El suave ronroneo de un depredador que observa a su presa antes de ser devorada llegó a mis oídos.
Los  únicos movimientos que conseguí hacer fueron dar dos pasos hacia a atrás pero cuando me disponía a dar el tercero el pie se me engancho en una gruesa raíz que sobresalía y caí.
No tuve tiempo para reaccionar y no me pude agarrar a nada, lo que provocó que la intensidad del golpe fuera aún mayor. Caí de espaldas golpeándome la cabeza contra el duro suelo de piedra.
Comenzaba a perder la consciencia, pero la mantuve el tiempo suficiente para escuchar como algo salía de los matorrales y se acercaba a mí con sigilosos pero decididos movimientos.
Cada vez me costaba más mantener los ojos abiertos, no tardaría mucho en desmayarme.
Lo último que conseguía recordar, era como una silueta con forma humana emergía de la oscuridad del bosque y se abalanzaba sobre mí.
Unos segundos más tarde unos intensos ojos gris plata me estudiaban con detenimiento a escasos centímetros de los míos.
Instantes más tarde no pude soportarlo más y me desmayé.
Cuando volví a recuperar la consciencia ya no me encontraba en medio del bosque. Quizás todo había sido una pesadilla, pero al estudiar el cuarto con detenimiento me di cuenta de que aquel no era mi acogedor dormitorio.
Más bien parecía una habitación sacada de una antigua casa de campo de madera, pero por lo menos la cama era muy cómoda.
Intenté incorporarme, pero me provocó un dolor tan intenso en la cabeza que hizo que volviera a perder la consciencia.
El inconfundible olor a tortitas recién hechas me despertó acompañado del suave repiqueteo de la lluvia al chocar contra el cristal de la ventana que se encontraba al lado izquierdo de la habitación.
Escuché como una de las puertas sitiadas en el estrecho pasillo que conectaba el dormitorio con la salida se abría y cerraba y de ella salía alguien.
Cerré los ojos temerosa de lo que allí me podía encontrar, e intenté hacerme la dormida, pero mi estómago tenía otros planes y mis tripas comenzaron a rugir con fuerza.
El sonido casi imperceptible de una carcajada llegó a mis oídos, mezclándose con el de la lluvia.
-Buenos días- una aterciopelada y jovial voz que provenía de uno de los rincones de la habitación me obligó a abrir los ojos. Su voz me resultaba familiar, como si ya le conociera, pero al mismo tiempo era distante, ajena.
Cuando los abrí me encontré con la mirada más hermosa que jamás había visto. Se había sentado en uno de los laterales de la cama, muy cerca de mi cuerpo y su cabeza estaba e escasos centímetro de la mía.
Unos  intensos e inocentes, pero al mismo tiempo atrevidos ojos grises clavaron su profunda mirada en mis verdes ojos, hipnotizándome.
Sus cabellos eran lisos, y de un negro tan oscuro como la noche, que contrastaban con su pálida tez, confiriéndole un aire misterioso.
El pelo le caía en cascada hasta casi la altura de los ojos y estaba peinado hacia un lado, lo tenía bastante largo, pero no mucho.
Tendría unos 17 años y era muy guapo, la fiereza de sus rasgos le confería un atractivo aún mayor, y sus felinos ojos grises lo hacían muy tentador.
Pero a pesar de todo esto, a pesar de sentirme atraída por aquel desconocido, tenía miedo, no estaba segura, ni siquiera sabía cuáles eran sus intenciones. Estaba asustada y el pareció advertirlo, pues se separó de mí una centímetros.
Aún existía una escasa y comprometida distancia entre él y yo, pero ahora me sentía más segura y aliviada, y mi mente comenzaba a funcionar con claridad.
Aclaré la garganta y me dispuse a empezar con el interrogatorio. Miles de preguntas se apelotonaron en mi mente, pero me sentía incapaz de pronunciarlas. De mi boca no surgió ninguna palabra, ninguna sílaba, ni siquiera un simple sonido.
Cerré los ojos e inspiré profundamente intentando relajarme y conseguir el coraje suficiente para que el torrente de preguntas que ahora ocupaban mi mente saliesen a la luz esperando su respuesta.
Cuando me sentí preparada abrí los ojos a la par que la boca, pero justo en ese instante el delicioso olor de las tortitas inundó de nuevo la habitación y mi estómago volvió a rugir.
Casi se me había olvidado el hambre que tenía y cuando observé por el rabillo del ojo como aquel extraño muchacho intentaba ocultar una carcajada, me ruboricé. Lo que empeoró las cosas y estalló en una sonora carcajada.
Iba a empezar a hablar y a protestarle, quería decirle un par de cosas pero se levantó y desapareció por una de las puertas del pasillo.
Minutos más tarde una de las puertas se abrió y de ella salió un atractivo adolescente que llevaba un gran plato de tortitas cubiertas de chocolate y en la otra mano un vaso de zumo de naranja.
Se me hizo la boca agua, y mi estómago volvió a rugir por tercera vez, que vergüenza. Nunca había pasado tanta hambre y devoré las tortitas tan pronto como las puso delante de mí.
Su intensa mirada, clavada en mí cada segundo, sin aparte ni siquiera un solo segundo, me intimidaba e inquietaba, pero tenía demasiada hambre como para entretenerme con chorradas, así que olvide todos los modales de cómo comportarse como una señorita en la mesa que tanto se habían esmerado en enseñarme y devoré las tortitas en escasos minutos. Me daba igual que se riera de mí, ni siquiera le conocía y él tampoco me conocía a mí, aunque en mi mente flotaba un vago recuerdo de haber visto antes aquellos increíbles ojos.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 1

Sus ojos se encontraban a la altura de los míos, su intenso color gris plata me recordaba al frío acero. Profundos escalofríos recorrían todo mi cuerpo. Sus deliciosos labios estaban a escasos centímetros de los míos. Pude sentir con la distancia disminuía entre él y yo hasta el punto en el que el sonido de nuestros corazones se fundía formando uno solo. Cuando su boca consiguió rozar la mía una espesa oscuridad nos envolvió y comencé a sentir vértigo, tenía la sensación de que estaba cayendo por un profundo túnel que no parecía acabar nunca, nunca…
Otra vez acababa de tener el mismo sueño. Aquel recuerdo me llevaba persiguiendo desde la muerte de mis padres, despertándome a las seis de la mañana para luego no poder conciliar el sueño.
Eta tal real, lo sentía tan cercano a mí… pero simplemente es un sueño, un sueño que me lleva persiguiendo desde aquel día, el día en el que todo empezó, el día en el que nuestras miradas se cruzaron por primera vez, y nuestros labios casi se fundieron en uno solo, pero yo todavía no sabía las consecuencias que me traería, ni siquiera sabía si aquel extraño paraíso fue real o no. Tal vez me lo había imaginado todo, puede que  todo aquello fuera fruto de mi subconsciente, debido al fuerte golpe que me había llevado cuando chocó el coche contra aquel ser con aspecto de lobo gigante que había salido de las profundidades del bosque.
Desde entonces cada cinco días antes de mi cumpleaños el mismo sueño se vuelve a repetir una y otra vez durante varios días.
Como los últimos cinco días por más que intento volver a dormir no lo consigo, así que me rindo y enciendo la tele. Después de hacer zapping y no encontrar nada interesante dejo en el canal de las noticias.
Cuando estaban a punto de pronosticar el tiempo que nos acompañaría todo el día, avisan de una nueva noticia. En la pantalla aparece la vasta imagen de un pequeño pueblo, situado a unos 100 quilómetros al sur del mío.
En la imagen se podía como aquel pequeño y pacífico pueblo había quedado destruido por completo en tan solo unas pocas horas.
Miles de muertos se apelotonaban en grandes montones que se esparcían por toda la ciudad. Dando la macabra impresión de estar a las puertas del mismísimo infierno.
Varios testigos que habían conseguido escapar de la catástrofe afirman que el ataque había sido producido por una manada de bestias salvajes salidas del medio del bosque con aspecto de enormes lobos, pero todavía más grandes y más feroces.
La gente de los alrededores estaba asustada pues nunca había pasado nada parecido en aquel tranquilo pueblo, y mucho menos una catástrofe como aquella.
Unos segundos más tardes de haber podido apreciar bien la imagen se fue la luz. En aquellos momentos entró mi hermana mayor Niki con una pequeña tarta en las manos que tenía una enorme vela en el centro con la forma del número 16.
En aquel estado de preocupación y confusión lo último que me apetecía era aquello. Los últimos días había estado tan cansado por culpa del sueño que se me había olvidado que hoy era mi cumpleaños.
Por desgracia mi hermana se dio cuenta y después de insistir mucho acabé contándole la noticia. Menos mal que mi hermana es muy despreocupada y me ayudó a tranquilizarme y relajarme.
Pero tan pronto como ella se marchó a trabajar, cuando me quedé sola en casa las dudas y el miedo regresaron.
Odiaba mentirle, pero era lo mejor. Lo que ella no sabía, lo que nadie sabe es que, cuando mis padres murieron en aquel trágico accidente del que yo salí con vida, no fue gracias a la suerte. Un chaval un poco más mayor que yo había salido del bosque donde mis padres se habían estrellado con el coche y me había ayudado a salir de él. Fuera del coche, ya a salvo le di las gracias.
Nuestras miradas se encontraron y se fundieron en una sola, poco a poco sus labios se fueron acercando a los míos, pero cuando apenas se rozaban, las luces y el sonido de los coches de la policía nos sacó de nuestra pequeña burbuja, en la que apenas unos segundos antes el único ruido que interrumpía el latir de nuestros corazones era nuestra respiración.
Cuando me di cuenta el ya no estaba allí, y me encontraba rodeada de médicos que no paraban de hacer preguntas. No volví a ver a aquel chico de extraños ojos grises, recuerdo que me había dicho su nombre, pero no me acuerdo como era. Cinco días después de la muerte de mis padres, hace dos años, fue mi cumpleaños. Iba a cumplir catorce y todo parecía normal.
El día había transcurrido, como los últimos cinco días. Me sentía sola, no tenía ganas de nada, no quería estar con nadie. Tenía los ojos rojos y me dolían de tanto llorar, sabía que no podía lamentar lo ocurrido toda la vida, pero no me sentía capaz de pasar página y salir con mis amigos.
Necesitaba distraerme así que encendí y en la pantalla apareció una imagen muy semejante a la de hoy, igual de aterradora, e igual que había ocurrido hoy, se fue la luz. Las causas de esta catástrofe eran las mismas, una manada de grandes lobos, pero esta vez el pueblo atacado se encontraba bastante más lejos.
La misma historia se había repetido en mi decimoquinto cumpleaños, pero en esta ocasión ocurrió en un pueblo más cercano.
Pensé que eran simples coincidencias, pero me estaba empezando a asustar y esta vez el pueblo se encontraba a escasos quilómetros.
No sabía lo que hacía, no sabía si todo aquello era real, pero una vocecilla en mi interior que había estado ahí desde la muerte de mis padres, intentaba abrirse pasa entre el muro de pensamientos que la habían mantenido al margen y ocultado de mi cabeza haciéndome olvidarme de ella.
Me decía que huyera, me gritaba que estaba en peligro, me aullaba que me escondiera, pero nunca le hice caso, no quería hacerlo.
Tenía la sensación de que aquellos lobos iban a por mí, no sabía cómo, ni por qué, pero no quería que le sucediese nada a mi hermana, no lo soportaría, ella es la persona que más me importa.
No lo dudé ni un segundo más, cogí todo lo necesario para sobrevivir y lo metí en una mochila. No podía perder más tiempo, ya estaban muy cerca y tenía que intentar alejarme todo lo posible para poder proteger a la gente que me importaba.
Las lágrimas comenzaban a apelotonarse en mis ojos y a resbalar por mis mejillas, no quería hacerlo, pero no podía echarme para atrás, y retrasar esto será engañarme a mi misma y poner en peligro la vida de los demás.
Decidí dejarle una nota a mi hermana donde la ponía cuanto la quería y le suplicaba que no me buscase, que iba a estar bien. Con las manos temblando dejo la nota en la cocina a la vista y me marcho sin mirar atrás.
Tal vez aquella fuera la última vez que estuviera allí, pero eso ahora no importaba.
Cogí el viejo camino que conectaba mi casa con el gran bosque de al lado, y me sumergí en la oscuridad del bosque.
Después de horas caminando me entró hambre así que me senté en un pequeño claro a comer algo y a descansar. Cuando acabé volví a reanudar la marcha, y seguí caminando sin rumbo fijo con la esperanza de alejarme todo lo posible de mi casa.
Estuve caminando hasta el anochecer. Cuando se hizo bastante tarde decidí recoger algo de leña para hacer una hoguera y buscar un buen sitio para pasar la noche.
Después de cenar algo y preparar todo, me tumbo en un pequeño claro lleno de verde hierba. A pesar de estar en pleno verano hace algo de fresco así que cogí una chaqueta y me volví a acostar. Minutos más tarde caí en un profundo sueño.