Solamente tu y yo

Solamente tu y yo

domingo, 4 de diciembre de 2011

Capítulo 8:

Allí no había nadie, así que di un paso y asomé la cabeza hacia fuera. Recorrí todo el patio con la mirada, y de repente mis ojos se toparon con un pequeño bulto que sobresalía de la lisa madera del porche. Allí junto a un gran charco de sangre había un gran lobo de pelaje oscuro.
Tenía la pata izquierda herida por lo que parecía una rozadura de bala. Tenía que ayudarle, no podía dejar que le pasase algo y que se muriese así, sin ayuda. Fui al baño y rebusqué por todos los cajones buscando toallas limpias. A pesar del miedo que tenía y los feroces rugidos que lanzaba cada vez que me acercaba, reuní el valor suficiente para acercarme a él y enrollarle la pata con la toalla, con cuidado de no hacerle daño.
Saqué fuerzas de donde pude y cogí al enorme animal en brazos. Intentó morderme cuando le toqué pero empezó a gemir de dolor. A pesar de la mirada amenazante con la que me observaba allí tirado en el suelo su cuerpo pedía agritos ayuda. Lo llevé hasta la habitación y lo deposité en la cama.
Lo estaba poniendo todo perdido de sangre pero en aquellos instantes no había momento para aquellas tonterías.
Fui corriendo al baño a buscar una venda, que por suerte no tardé en encontrarla. El lobo se tragó su orgullo y me dejó curarle. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero le eché un poco de agua para limpiarle la herida y alcohol.
Cuando terminé de vendarle quite con cuidado las sábanas sucias y puse unas nuevas con las que le tapé. Mirando de vez en cuando para atrás para asegurarme de que seguía allí, fui a la cocina para traerle un poco de agua y comida.
Encontré un poco de carne picada en la nevera y la eché en un gran cuenco y en otro eché agua fresca.
Cuando llegué a la habitación el lobo ya no estaba, en su lugar se podía apreciar el cuerpo desnudo de un hermoso joven de pelo negro al que las sábanas apenas tapaban su esbelta figura.
Frené en seco, empalidecí, no era capaz de respirar, el corazón no respondía. Entré en una especie de shock. Los cacharros me resbalaron de las manos y mis piernas fallaron y me hicieron caer al suelo.
El joven ante tal estruendo se dio la vuelta y en un movimiento tan rápido que fue casi apenas imperceptible me cogió por los hombros e impidió que me diera en la cabeza con el suelo.
Poco a poco fui perdiendo la consciencia, mientras mis ojos miraban hacia todas partes, pero lo único que encontraban eran unos preocupados ojos grises que los miraban fijamente.
Me desperté horas más tarde arropada por la oscuridad de la noche. Pensé que había sido un mal sueño pero el fuerte olor a animal que impregnaba las mantas decía lo contrario.
Cuando mis ojos de adaptaron poco a poco a la oscuridad me di cuenta de que no estaba sola. A mi lado estaba Seth que me observaba con detenimiento como si estuviera a la espera de una asustadiza reacción de mi parte, y me agarraba la mano suavemente con la esperanza de que no saliera corriendo.
Y no lo hice, tenía miedo, pero mi curiosidad era todavía más grande. Me senté en la cama y encendí la pequeña luz de la mesilla.
Qué se supone que había pasado? Deseaba que todo hubiese formado parte del sueño, pero la venda que horas antes le había puesto a un gran lobo de oscuro pelaje y ojos plateados en la pata izquierda y que ahora había sido reemplazada por un brazo de un humano confirmaba lo que mi mente trataba de ocultar.
Todavía estaba en una especia de nube, pero ahora estaba segura de que no me volvería a desmayar.
Posé mi mirada en la suya, pero rápidamente rehuyó. No se sentía capaz de mirarme a los ojos. Ahora era él el que huía de mi mirada y yo buscaba la suya, implorando a gritos respuestas que ni siquiera sabía si quería escuchar.
Reuní todo el coraje que pude y me dispuse a formular mis preguntas.
-Qué eres? – pregunté sin rodeos, aunque ya intuía la respuesta quería que la confirmase, que me asegurara que no me estaba volviendo loca.
Sin respuesta alguna se levantó de la cama y se dirigió a un pequeño armario para vestirse.
Con la cara roja de vergüenza y frustración porque no me había hecho caso sañí de la habitación aguantando las crecientes ganas de echar una miradita.
Le esperé en la cocina y en escasos minutos entró para comer algo. Volví a hacerle la misma pregunta, pero seguía sin obtener respuesta.
Cansada cogí unos de los cuchillos más grandes del primer cajón que abrí y le apunté con él.
-Muy bien, me vas a responder ahora? Y no me ignores, porque te juro que te corto!- chillé al borde de un ataque de nervios acercándome cada vez un poco más.
Posó su dedo en el chuchillo y lo deslizó sobre el filo cortándose y dejando un rastro de sangre que impregnaba el aire con un olor parecido al óxido. Al mismo tiempo, aprovechando mi confusión fue bajando poco a poco el cuchillo hasta que dejo de apuntarle y me lo quitó de las manos.
-Así mejor- contestó con voz arrogante- Aquí el que pregunta soy yo, por qué saliste afuera? Tan difícil te resultaba quedarte dentro tranquila y a salvo! En que piensas? Es que no te das cuenta de que te podrían haber hecho daño, de que yo te podría haber echo daño…
-Si tanto te molesta me voy! Ni siquiera sé que hago aquí, déjame!- grité mientras lloraba y cogía mis cosas para largarme de allí ahora mismo. El me observaba sin saber cómo reaccionar, comenzó a temblar casi tan fuerte como aquella primera vez.
Sin volver la vista atrás ni decir adiós abrí la puerta y me encaminé hacia la profundidad del bosque. Pero cuando apenas había dejado atrás el porche unas calientes y fuertes manos agarraron mis muñecas.

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