Solamente tu y yo

Solamente tu y yo

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 4

Cuando me desperté sobresaltada, todavía seguía apoyada en la pared del pasillo. Su cabeza seguía apoyada sobre mis piernas y parecía profundamente dormido.
Un aterrador aullido me había sacado de las profundidades del sueño y me había devuelto a la confusa realidad en milésimas de segundo. Su aullido parecía de dolor, de odio, de venganza, o tal vez me lo pareciera a mí, pero parecía tan cercano… lo pude escuchar casi con la misma claridad como si el lobo que lo había hecho se encontrara justo detrás de la puerta de entrada.  Me había asustado y despertado.
Quería levantarme, pero me dolían tanto los músculos que no pude hacerlo. Caminar me relajaría y relajaría mis músculos, pero no quería seguir intentando levantarme, no quería despertarlo y que los temblores y las convulsiones empezaron otra vez, para esta ocasión no parar. Me quedé unos minutos despierta antes de caer rendida otra vez a ver si escuchaba de nuevo el aullido, pero no volvió a repetirse.
Volví a despertarme varias horas más tarde, pero ahora ya no estaba en el suelo del pasillo, sino que me encontraba en la cómoda cama del dormitorio.
Cuando me incorporé completamente, de una de las habitaciones salió Seth con otro plato de tortitas y zumo, y lo puso enfrente de mí, procurando mantenerse lo más lejos posible de mi cuerpo.
Me dolían las muñecas y una fina franca rojiza las recorría de un extremo al otro. Mi mirada encontró la suya, quería odiarle pero a la vez también quería quererle, tenía que temerle, pero me sentí cómoda a su lado, debía huir, pero no quería separarme de él después de tantos años buscándole.
Tenía tantas ganas de que aquel momento llegara… Sin embargo no era lo que yo había esperado. En sus ojos se podía percibir claramente lo arrepentido que estaba. La que antes me había parecido la mirada más hermosa del mundo ahora me parecía la más triste de todas las que había visto.
Después de engullir toda la comida me sentía preparada para hablar de todo lo que había ocurrido ayer.
-E… e… eras tú…- miles de emociones salían en ese momento al exterior no sabía lo que decía, simplemente deje que mis labios se movieran y que de mi boca salieran palabras.- Tú eras aquel chico que me salvó la vida hace dos años… cuando mis padres tuvieron el accidente- mi mirada seguía clavada en la suya,- pero, ¿por qué no me dijiste nada? Si me lo hubieras dicho desde el principio nada de esto habría pasado. Me hiciste mucho daño.-apartó su mirada de la mía y la posó en el suelo, no se sentía capaz de mirarme a la cara.- Llevo buscándote estos últimos dos años, quería darte las gracias, pero desapareciste, y nunca más te volví a ver- cuando dije eso su mirada poco a poco fue recuperando algo de esperanza y me miraba fijamente ahora, llena de intriga.
Se levantó de la silla en la que estaba sentado y poco a poco se fue acercando a mí. Me abrazó con fuerza, pude sentir el agradable calor que emanaba de su cálido cuerpo.
-Shh… tranquila…- no sabía cómo, pero escuchar su voz me tranquilizó- ya sé que esto es muy difícil de asimilar, y que estás confusa, pero no te vayas por favor- su abrazo cada vez se volvía más fuerte, en aquellos momentos apenas podía respirar.- no… no quiero hacerte daño. Siento mucho lo que te hice ayer, no… no era yo, no quería que nada de esto pasase, de vedad que lo siento! , pero por favor, no me tengas miedo…- poco a poco fue aflojando la fuerza con la que me estaba agarrando. Una gran bocanada de aire llenó mis pulmones. Un nudo se formó en mi garganta, no sabía que decir, no sabía qué hacer y él me miraba a la espera de una respuesta.
Ahora era yo la que le abrazaba fuertemente a él, apenas le conocía, no debía fiarme de él, pero quería hacerlo, y me sentía tan segura a su lado que decidí ocultar mis miedos hacia él y dejarme llevar por la intuición dejando a un lado el sentido común.
No dije nada, no quería interrumpirle así que seguí abrazándole mientras dejaba que se desahogase.
Estuvimos así alrededor de media hora, seguíamos abrazados, pero en silencio. Nuestros cuerpos se tocaban, y en aquellos lugares en los que su piel rozaba la mía un enorme cosquilleo las recorría.
Poco a poco nos fuimos distanciando, su cuerpo yo no rozaba el mío pero el cosquilleo permanecía como si tocar aquella suave piel me dejase una marca, como si me hubiera quemado.
Mi corazón latía fuertemente y cuando me miró profundamente pude sentir como la sangre que recorría todo mi cuerpo se reunía y ascendía hasta mis mejillas, ruborizándome. Avergonzada aparté su mirada de la mía y pude atisbar por el rabillo del ojo como una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.
Me dispuse a levantarme e ir al baño, aunque no sabía mucho lo que hacía pero cuando apoyé el pié en el suelo sentí vértigo y me mareé.
Con rápidos movimientos Seth se levanto de la cama y me cogió de la mano impidiendo que acabara en el suelo. Me ayudó a mantener el equilibrio y me mantuvo estable.
Una vez tranquila suspiré profundamente y todavía cogida de su mano comenzé a caminar, pero las piernas me volvieron a fallar por segunda vez.
Esta vez, Seth en vez de agarrarme de la mano otra vez pasó su fuerte brazo por mis piernas y me agarró con el otro por la cintura. En segundos me alzó del suelo y cuando me di cuenta estaba colgada en sus brazos.
Me sentía como una niña pequeña en sus brazos y una risilla tonta salió de entre mis labios.
-¿ A dónde quieres que te lleve?- preguntó mientras una amplia sonrisa se formaba en sus labios.
-Al baño, por favor- dije sonriendo. Necesitaba tomar una ducha, que el agua golpeara mis músculos y los relajara -¿puedo tomar una ducha?- pregunté con timidez.
-Pues claro que sí, ahora te traigo toallas y ropa limpia- me dejó en el suelo, en frente de la puerta del baño y desapareció por una de las puertas.
Minutos más tarde apareció con un par de toallas y una muda limpia en las manos. Me entregó las cosas, me abrió la puerta como un verdadero caballero, me dejó pasar y cerró la puerta cuando estuve dentro. Ya no había ningún rastro, ni signo de violencia que ayer a la noche había aparecido en su mirada.
Una vez dentro abrí el grifo de la ducha para que se fuera calentado mientras tanto el agua. Cogí un pequeño cepillo que había y me dispuse a desenredar la maraña de pelos que era mi cabello. Después de pasar un buen rato cepillando el pelo comencé a desvestirme y me metí bajo el caliente chorro de agua.

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