Solamente tu y yo

Solamente tu y yo

martes, 20 de septiembre de 2011

Capítulo 3

Con el estómago lleno y la sed saciada me sentía capaz de comenzar a preguntar. Ni siquiera sabía por dónde empezar, así que pronuncié la primera pregunta que me vino a la mente.
-¿Quién eres?- tenía la voz ronca y me costaba hablar, pero intenté que mi voz no titubeara, e intentaba mostrarme firme y decidida, aunque por dentro me estuviera muriendo del miedo que estaba pasando.
Mientras le hablaba mi mirada recorría toda la habitación temerosa de mirarle directamente a los ojos y quedarme atrapada en ella, no podía permitir en aquel momento que mi mente se pusiera a divagar, en aquel instante era lo último que necesitaba.
Esperando su respuesta recorrí toda la habitación, desde las raídas cortinas, hasta el viejo tocador de oscuro roble, pasando por la polvorienta alfombra del pasillo que se encontraba en medio de la habitación, justo enfrente de la cama, y comunicaba en dormitorio con las demás estancias de la casa.
Después de pasar un buen rato esperando no obtuve ninguna clase de respuesta, así que volví a preguntar. Su mirada seguía clavada en mí pero no podía permitir que me hiciera perder los nervios.
Seguía sin obtener respuesta, y empecé a pensar que tal vez no me entendiera y fuera de otro lugar cuando por fin escuché su voz.
-Tienes que descansar, todavía estás dolorida por el gran golpe que te llevaste en la cabeza cuando caíste, y necesitas dormir un poco más.- Su respuesta me desconcertó. Había obtenido una respuesta, pero no era la que yo quería, no era la que necesitaba. No pensaba rendirme hasta conseguir la información que buscaba y saber que podía dormir en paz, así que seguí insistiendo.
-Estoy bien, ya no me duele nada, no hace falta que te preocupes por mí, se cuidarme sola. Pero yo no te pregunté eso, si me duele algo o no es problema mío no tuyo, ni siquiera sé que hago aquí, ni por qué me ayudaste si no me conocías de nada, en vez de llamar a una ambulancia, así que por favor respóndeme a la pregunta- Intenté sacar toda la frialdad que pude y hacer que en mis palabras se notase un tono de amenaza, además de mirarle fijamente a los ojos intentando hacerle entender que no estaba de broma- o me iré ahora mismo y te denunciaré a la policía.
-Si vas a la policía te llevarán a casa, junto a tu hermana y pondrás su vida en peligro. Te llevan buscando desde hace días y tu hermana les ha suplicado que no paren hasta que te encuentren, sea donde sea, y te traigan a casa. También está organizando partidas de búsqueda por el bosque.- Su respuesta me dejó sin habla por uno segundos, como podía saber todo aquello, como podía saber que había huido de casa con la esperanza de salvar la vida de mi hermana y mis amigos- Estuviste tres días en coma y si sales ahora puedes desmayarte en medio del bosque y servir de alimento de algún animal.
-Me da igual, ¿quién te crees tú para decirme lo que debo hacer o no?, déjame salir de aquí. Llévame al bosque o a mi casa, pero déjame salir de aquí.- ya no podía soportarlo más y exploté, las lágrimas resbalaban rápidamente por mis mejillas-Y… y cómo sabes todo esto, ¿quién eres, y qué quieres de mí? ¿Dónde estamos?...- todas las preguntas que antes no fui capaz de pronunciar salían ahora de mi boca, sin apenas dejar espacio entre una y otras entremezclándose entre palabras sin sentido que salía de mí garganta mientras intentaba no llorar.
-He dicho que tienes que descansar, te guste o no. ¿Cuál es la parte que no entiendes? No pienso responder a ninguna pregunta hasta que no hagas lo que yo te pida. Así que vete tranquilizándote y deja de llorar, ¡no te voy a hacer nada!-sus gritos me asustaban. No tenía por qué soportar aquello. El miedo y el odio se mezclaron con la adrenalina que recorría mis venas. Estaba distraído gritando como un loco, y en ese momento vi la oportunidad de escapar. No podía perder ni un segundo más de tiempo y recé para que mis piernas no me fallaran en aquel momento.
Salté fuera de la cama en dirección a la puerta que parecía ser la de la salida y corrí más rápido que nunca.
Se puso como una fiera y comenzó a gritar todavía más alto. No sabía lo que decía, pero no me importaba. Por fin llegué a la puerta, y me disponía a girar el manillar.
-¿De verdad no te acuerdas de mí?- no había estado atenta a todo lo que estaba diciendo, pero aquella pregunta la pude escuchar perfectamente. Aquello me distrajo y me paralizó durante varios segundos.
Una vaga imagen del recuerdo de una trágica noche, que ocurrió hace un par de años, cruzó mi mente en apenas milésimas de segundo.
Estaba confusa y cuando me quise dar cuenta él ya se abalanzaba sobre mí para impedirme que huyera. Por suerte conseguí agarrar el pestillo y girarlo, pero mi sorpresa fue aún mayor cuando descubrí que la puerta estaba cerrada y no se abría.
Ya no había vuelta atrás, él se encontraba a escasos pasos de mí y cubría el estrecho pasillo de derecha a izquierda. No había escapatoria esta vez sí que estaba perdida.
Su mirada estaba cargada de odio y frustración aunque creo que pude llegar a atisbar el pequeño brillo de la tristeza en su mirada.
Tenía miedo, me temblaban las piernas y las lágrimas que antes había conseguido retener resbalaban ahora por mis mejillas. Se abalanzó sobre mí empujándome contra la puerta. Agarró mis muñecas con sus calientes manos y las situó a la altura de mis hombros, presionándolas fuertemente contra la dura madera de la puerta.
No podía dejar de llorar, tenía miedo y la voz no acudía a mi garganta, en aquellos momentos que tanto la necesitaba. Su mirada atrapó la mía por una milésima de segundo que pareció una eternidad. Pude sentir como una especie de corriente eléctrica emanaba en aquellas zonas donde su cuerpo rozaba con el mío y recorría todo mi ser.
Me estaba haciendo mucho daño y su cuerpo se pegó tanto al mío que apenas tenía espacio para respirar. Recuperé la voz y conseguí emitir una especie de sonido parecido a un aullido. Su cuerpo temblaba y sufría fuertes convulsiones.
Su boca se acercó aún más a la mía, sus ojos parecían vacios no había un destello de vida en ellos, parecía estar en una especie de trance del que no podía salir.
Poco a poco se fue acercando más y más hasta que nuestros labios se rozaron y segundos más tarde se fusionaron en un pasional y dulce beso. Después de una eternidad, nuestro beso se acabó y volví a notar el increíble dolor que sus manos ejercían sobre mis muñecas. A mi mente vino un nombre, el nombre que con locura había tratado de recordar durante estos dos últimos años.
Cuando volvía mirar sus intensos ojos grises la vida comenzó a aparecer en ellos y sus manos comenzaron a aflojar mis muñecas. Los temblores y las convulsiones habían cesado. Intentaba odiarle, pero por más que lo intentaba no podía, no después de descubrir quién era en realidad.
Se cubrió la cara con las manos para intentar ocultar las lágrimas que ahora resbalaban por su cara, en su expresión apareció el desconcierto, la culpabilidad…
Estaba confusa, asustada. Qué se suponía que tenía que hacer en aquellos momentos. No tuve tiempo para poder pensar nada, se cayó de rodillas ante mí. En su rostro apareció el dolor y comenzó a temblar otra vez.
Ya no podía más, estaba cansado, pero trataba de luchar contra aquello que le hacía perder la cabeza. Aquella era la oportunidad perfecta para poder escapar, pero no pude, no podía hacerlo, no quería dejarle allí abandonado en aquel estado. Él había hecho mucho por mí, me había salvado la vida dos veces y no podía dejar que le pasase algo. Era lo mínimo que podía hacer por él.
No sabía que le pasaba, contra qué clase de cosa estaba luchando para mantener la cabeza, tampoco sabía cómo ayudarle y como hacer que parase, pero seguí mis instintos, y como si me tratase de una marioneta me arrodillé en el suelo a su lado y le abracé con toda la fuerza que tenía.
Poco a poco comenzó a calmarse y las convulsiones disminuían, apenas temblaba, perecía que aquello estaba resultando.
En mi mente iba  y venía el dulce recuerdo de una trágica noche, y en mi cabeza no paraba de repetirse su nombre. Conseguí que dejara de temblar y que las convulsiones pararan de todo.
Se había quedado dormido por todo el esfuerzo y por el cansancio, yo también estaba muy cansada y apenas podía moverme, así que me quedé a su lado para ayudarle si lo volvía a necesitar. Su cabeza estaba apoyada sobre mis piernas y parecía estar profundamente dormido.
-Gracias- me pareció escuchar en el intangible murmullo que salió de su boca mientras dormía.
-De nada, Seth. Descansa, lo necesitas.- No supe con claridad si de verdad me dijo eso o si incluso llegó a decir algo pero le respondí. Minutos más tarde me encontraba en un profundo sueño, yo también.

Capítulo 2

Todavía no había amanecido cuando me desperté. Como todavía no tenía hambre decidí seguir caminando.
Nunca había estado en aquella parte del bosque, tan alejada del pueblo, estaba completamente desorientada y no sabía qué dirección tomar, así que decidí seguir recto, en dirección contraria a la que había llegado a aquel acogedor claro.
Después de caminar durante varias horas más, encontré otro claro muy parecido al anterior, se podría decir casi igual.
Estaba cansada así que me senté en el pequeño tronco de un árbol, que había sido talado. Empezaba a tener un poco de hambre así que comí un poco de chocolate para reponer fuerzas y poder seguir avanzando.
Cuando estaba recogiendo todo, y estaba lista para ponerme en marcha escuché un ruido que provenía de los matorrales situados junto detrás de mí.
El corazón comenzó a latir con fuerza, parecía desbocado, con la intención de salir de mi pecho y huir. Me di la vuelta, temerosa de lo que podía salir de allí. Tal vez estuviera exagerando, puede que fuera una pequeña ardilla o un ratón de campo, pero estaba tan asustada que las ideas cuerdas no llegaban a mi cabeza.
En el pequeño matorral me pareció ver la oscura silueta de un feroz lobo, pero parecía demasiado grande para serlo, y estaba demasiado asustada para pensar con claridad, puede que fuera la imaginación que me estuviera jugando una mala pasada.
Cada vez se acercaba más, sus pasos eran cautelosos pero decididos. Quería correr pero las piernas no me respondían y estaba demasiado cansada. El suave ronroneo de un depredador que observa a su presa antes de ser devorada llegó a mis oídos.
Los  únicos movimientos que conseguí hacer fueron dar dos pasos hacia a atrás pero cuando me disponía a dar el tercero el pie se me engancho en una gruesa raíz que sobresalía y caí.
No tuve tiempo para reaccionar y no me pude agarrar a nada, lo que provocó que la intensidad del golpe fuera aún mayor. Caí de espaldas golpeándome la cabeza contra el duro suelo de piedra.
Comenzaba a perder la consciencia, pero la mantuve el tiempo suficiente para escuchar como algo salía de los matorrales y se acercaba a mí con sigilosos pero decididos movimientos.
Cada vez me costaba más mantener los ojos abiertos, no tardaría mucho en desmayarme.
Lo último que conseguía recordar, era como una silueta con forma humana emergía de la oscuridad del bosque y se abalanzaba sobre mí.
Unos segundos más tarde unos intensos ojos gris plata me estudiaban con detenimiento a escasos centímetros de los míos.
Instantes más tarde no pude soportarlo más y me desmayé.
Cuando volví a recuperar la consciencia ya no me encontraba en medio del bosque. Quizás todo había sido una pesadilla, pero al estudiar el cuarto con detenimiento me di cuenta de que aquel no era mi acogedor dormitorio.
Más bien parecía una habitación sacada de una antigua casa de campo de madera, pero por lo menos la cama era muy cómoda.
Intenté incorporarme, pero me provocó un dolor tan intenso en la cabeza que hizo que volviera a perder la consciencia.
El inconfundible olor a tortitas recién hechas me despertó acompañado del suave repiqueteo de la lluvia al chocar contra el cristal de la ventana que se encontraba al lado izquierdo de la habitación.
Escuché como una de las puertas sitiadas en el estrecho pasillo que conectaba el dormitorio con la salida se abría y cerraba y de ella salía alguien.
Cerré los ojos temerosa de lo que allí me podía encontrar, e intenté hacerme la dormida, pero mi estómago tenía otros planes y mis tripas comenzaron a rugir con fuerza.
El sonido casi imperceptible de una carcajada llegó a mis oídos, mezclándose con el de la lluvia.
-Buenos días- una aterciopelada y jovial voz que provenía de uno de los rincones de la habitación me obligó a abrir los ojos. Su voz me resultaba familiar, como si ya le conociera, pero al mismo tiempo era distante, ajena.
Cuando los abrí me encontré con la mirada más hermosa que jamás había visto. Se había sentado en uno de los laterales de la cama, muy cerca de mi cuerpo y su cabeza estaba e escasos centímetro de la mía.
Unos  intensos e inocentes, pero al mismo tiempo atrevidos ojos grises clavaron su profunda mirada en mis verdes ojos, hipnotizándome.
Sus cabellos eran lisos, y de un negro tan oscuro como la noche, que contrastaban con su pálida tez, confiriéndole un aire misterioso.
El pelo le caía en cascada hasta casi la altura de los ojos y estaba peinado hacia un lado, lo tenía bastante largo, pero no mucho.
Tendría unos 17 años y era muy guapo, la fiereza de sus rasgos le confería un atractivo aún mayor, y sus felinos ojos grises lo hacían muy tentador.
Pero a pesar de todo esto, a pesar de sentirme atraída por aquel desconocido, tenía miedo, no estaba segura, ni siquiera sabía cuáles eran sus intenciones. Estaba asustada y el pareció advertirlo, pues se separó de mí una centímetros.
Aún existía una escasa y comprometida distancia entre él y yo, pero ahora me sentía más segura y aliviada, y mi mente comenzaba a funcionar con claridad.
Aclaré la garganta y me dispuse a empezar con el interrogatorio. Miles de preguntas se apelotonaron en mi mente, pero me sentía incapaz de pronunciarlas. De mi boca no surgió ninguna palabra, ninguna sílaba, ni siquiera un simple sonido.
Cerré los ojos e inspiré profundamente intentando relajarme y conseguir el coraje suficiente para que el torrente de preguntas que ahora ocupaban mi mente saliesen a la luz esperando su respuesta.
Cuando me sentí preparada abrí los ojos a la par que la boca, pero justo en ese instante el delicioso olor de las tortitas inundó de nuevo la habitación y mi estómago volvió a rugir.
Casi se me había olvidado el hambre que tenía y cuando observé por el rabillo del ojo como aquel extraño muchacho intentaba ocultar una carcajada, me ruboricé. Lo que empeoró las cosas y estalló en una sonora carcajada.
Iba a empezar a hablar y a protestarle, quería decirle un par de cosas pero se levantó y desapareció por una de las puertas del pasillo.
Minutos más tarde una de las puertas se abrió y de ella salió un atractivo adolescente que llevaba un gran plato de tortitas cubiertas de chocolate y en la otra mano un vaso de zumo de naranja.
Se me hizo la boca agua, y mi estómago volvió a rugir por tercera vez, que vergüenza. Nunca había pasado tanta hambre y devoré las tortitas tan pronto como las puso delante de mí.
Su intensa mirada, clavada en mí cada segundo, sin aparte ni siquiera un solo segundo, me intimidaba e inquietaba, pero tenía demasiada hambre como para entretenerme con chorradas, así que olvide todos los modales de cómo comportarse como una señorita en la mesa que tanto se habían esmerado en enseñarme y devoré las tortitas en escasos minutos. Me daba igual que se riera de mí, ni siquiera le conocía y él tampoco me conocía a mí, aunque en mi mente flotaba un vago recuerdo de haber visto antes aquellos increíbles ojos.