Solamente tu y yo

Solamente tu y yo

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 7

Nuestros labios se fueron aproximando. Su boca rozó la mía. El corazón me martilleaba el pecho, mi cabeza daba vueltas y en mi estómago miles de mariposas comenzaron a volar a la vez.
Nos besamos suave pero apasionadamente durante un buen rato. Sus labios encajaban perfectamente con los míos, como si mi vida fuera un puzle y el fuera la pieza del rompecabezas que me faltaba.
Había deseado tanto aquel momento desde el instante en el que le vi, y ahora por fin se había cumplido. Nuestras bocas se separaron unos escasos segundos para coger aire, para luego volver a fundirse en uno solo como si fuéramos una sola persona.
Puede sentir como su corazón latía salvajemente mientras sus manos pasaban de estar en mi cara a acariciar tiernamente mi pelo y rozar con las puntas de sus dedos mi espalda.
Miles de recuerdos bombardeaban mi mente. Cientos de noches en las que soñaba que él regresaba y se colaba por mi ventana para abrazarme y decirme que todo iba a estar bien mientras yo me quedaba dormida en sus brazos, sabiendo que a la mañana siguiente, él todavía estaba ahí.
Nuestras manos se entrelazaron, nuestras piernas se cruzaron, podía sentir el latido de su corazón, tan rápido como el mío.
Finalmente nuestros labios se separaron. Sentía como su dulce aliento rozaba mis mejillas. Tenía un agradable olor a bosque que se extendía por toda la casa.
Se tumbó a mi lado y clavó su preciosa mirada en mí. Nos miramos fijamente a los ojos durante un pequeño instante que pareció eterno, sin importarnos todo lo demás. En aquella especie de mundo paralelo en el que estábamos, en nuestra pequeña burbuja, en la que sólo existíamos él y yo. El tiempo no pasaba, los problemas desaparecían con el miedo, la soledad no existía, igual que el odio. El rencor se olvidaba y las penas se curaban.
Nuestros cuerpos apenas se rozaban ya. Me cogió de la mano suavemente, con cuidado para no hacerme daño y entrelazó sus dedos con los míos, acercó su boca a mi oído y me susurró tiernamente.
-Pase lo que pase, no te vayas por favor, te necesito a mi lado, ahora que por fin te tengo no soportaría perderte otra vez. Quiero protegerte, tengo que protegerte. Te quiero Cat… desde el momento en el que te vi, desde que nuestras miradas se cruzaron y nuestras vidas se encontraron…- no pude dejarle terminar la frase, le abracé fuertemente y le besé.
-Yo también te quiero Seth… - dije en un susurro- te he querido desde que me salvaste la vida, siempre he estado esperando este momento, poder estar a tu lado de nuevo… todas las noches pensaba en ti, en que te encontraría, en que volverías a buscarme y me ayudarías a calmar el dolor de mis heridas. Eres la razón de mi existencia, si tu no me hubieras ayudado ahora mismo estaría muerta… -susurré con la cabeza apoyada en su pecho. Me besó tiernamente en la cabeza y me acunó entre sus brazos.
Nos quedamos en silencio, con los dedos todavía entrelazados y con la cabeza apoyada en su pecho y dejé que la oscuridad de la noche me arrastrara hacia un profundo sueño.
En mitad de la noche me desperté para asegurarme de que todavía seguía allí. Nuestras manos aún seguían juntas y cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad pude distinguir perfectamente la silueta de su cuerpo.
Me pasé un buen rato observándolo antes de quedar dormida otra vez, y poco a poco se me fueron cerrando los ojos.
Sentí como si alguien me cogiera para luego depositarme en un lugar blandito. Entreabrí un poco los ojos pero no conseguí ver nada ni a nadie, así que supuse que fue una impresión mía y seguí durmiendo tranquilamente.
A la mañana siguiente me encontraba sola encima de la cama. No tenía ni idea de cómo había llegado allí durante la noche. Estaba segura de que me había quedado dormida en el suelo al lado de Seth. Pensé que él me había puesto a en la cama para que durmiese más cómoda así que me levanté sigilosamente con la intención de despertarlo de un buen susto.
Para mi sorpresa allí no encontré a nadie, así que supuse que estaría en el baño o preparando el desayuno para las dos.
Aparté las cortinas y abrí un poco la ventana para que el fresco de la mañana inundara la habitación. Más o menos serían las doce del mediodía.
Era otro caluroso día de verano, si no fuera por la sombra y la brisa producida por los árboles del bosque sería insoportable.
Un agradable olor a pino y madera impregnaba todos los rincones de la casa. Me senté encima de la cama a esperar por Seth, pero después de estar una media hora esperando me empecé a preocupar y a poner nerviosa.
Me acerqué al baño, la puerta estaba cerrada, pero no se escuchaba ningún ruido procedente del interior. Llamé a la puerta y grité su nombre por toda la casa. Me dirigí hacia la cocina esperando que estuviera allí esperándome impaciente para darme una sorpresa, pero allí tampoco había nadie.
El silencio inundaba toda la casa, el alegro sonido de los pájaros de los árboles más cercanos apenas se escuchaba y el único sonido que parecía haber en la casa era el agitado ritmo de mi respiración entrecortada.
Asustada me senté en el suelo y apoyé la cabeza entre mis rodillas. Me acordé de todo lo que nos habíamos dicho la noche anterior, las promesas de que nunca nos separaríamos ahora que estábamos juntos, y una lágrima resbaló de mis ojos.
Había sido una estúpida, me había utilizado y yo había caído como una tonta. Me empecé a enfadar conmigo misma, cómo había podido confiar en alguien al que apenas conocía.
Todo había sido una mentira, mis manos se convirtieron en puños y empecé a golpear a golpear el suelo con ellos, estaba furiosa. No sé que había sido los peor, que le creyera o que le quisiera.
Miles de lágrimas caían por mis mejillas empapándome la camiseta y el suelo. Después de un buen rato conseguí tranquilizarme y recuperé la calma, sequé la cara con la manga de la camiseta y me levanté. Tenía que recoger las cosas, e irme igual que él había echo.
Caminando hacia la habitación escuché un golpe seco que parecía provenir de la puerta principal de la casa. El corazón me dio un vuelco, y para de andar a ver si el sonido se volvía repetir. Pocos segundos después el mismo sonido seco se escuchó acompañado de un suave gemido.
Fui corriendo hacia la puerta, agarré el pestillo con manos temblorosas y poco a poco a abrí la puerta.

Capítulo 6

Y así estuvimos toda la tarde. Yo le hacía preguntas mientras él las respondía, siempre de forma agradable y sin tomarse nada a mal, aunque muchas veces se paraba a pensar mucho las cosas antes de responderme. Descubrí que tenía lagunas, sobre todo en lo que se refiere a su pasado, cuando era un niño pequeño.
Empezaba a caerme realmente bien, puede que incluso me gustase. Descubrí que teníamos muchas cosas en común, ya que a los dos nos encantaba el bosque y los lobos.
Parecía saber mucho sobre lobos y cuando hablaba sobre ellos un pequeño brillo de orgullo y alegría aparecía en sus ojos.
Parecía feliz, seguro y de vez en cuando me iba contando pequeñas historias que sus padres le contaron acerca de hombres lobo cuando era pequeño. Estaba tan metido en aquellas historias que cualquiera diría que el mismo las había vivido.
Me contó que su madre había muerto cuando él tenía cinco años. Después de aquello su padre se mudó a una pequeña ciudad al lado del bosque de Wisconsin. Pero hace dos años su padre había fallecido en un trágico accidente, pues había sido brutalmente atropellado por un coche.
Con la ayuda del mejor amigo de su padre consiguió esta casa, en la que vive desde la muerte de su padre.
De vez en cuando el amigo de su padre viene para ver como está y saber si necesita algo, y se queda unos días pero luego regresa a la ciudad con su familia.
Cuando me contó lo de su padre me recordó lo que le había sucedido a los míos, que también habían muerto hace dos años, pero a diferencia de su padre, los míos murieron cuando chocaron contra algo que salió de la oscuridad del bosque. Y una vez más volví a agradecerle que hubiera estado allí en aquel preciso momento y salvarme la vida.
Cuando anocheció regresamos a casa para cenar y dormir, pero de camino a la habitación me pareció ver como por unos segundos Seth se mareaba y volvía a recuperar la compostura enseguida.
El aullido de los lobos comenzó a sonar, miré el cielo había luna llena y la noche estaba tan despejada que se podían apreciar claramente todas las estrellas del cielo.
No sabía muy bien si le había pasado algo o si habían sido solo imaginaciones mías pero como no volví a hacerlo otra vez y no dijo nada lo dejé pasar.
En el suelo de la habitación había una especie de cama improvisada con cojines y mantas. Cuando disponía a meterse en aquella especie de saco se lo impedí y le dije que durmiera él en la cama, ya que la casa era suya y yo no quería molestar.
A pesar de lo mucho que insistí no conseguí hacerle cambiar de idea y tirándome uno de los mucho cojines que tenía allí apelotonados a su alrededor a la cabeza me obligó a dormir en su cama.
Pero aquello no había acabado allí, me había tirado un cojín a la cabeza sin previo aviso, aquello era la guerra y tenía pensado ganarla. Me metí sin decir ni mu en la cama y cogí la gran almohada sin que se diera cuenta.
Calculé más o menos la distancia que había y apagué la luz de la habitación. La luz de la luna que se colaba por los huecos de las cortinas iluminaba la habitación y me permitía distinguir claramente las siluetas de las cosas.
Esperé un buen rato con la intención de pillarle completamente desprevenido. Cuando llegó el momento me acerqué sigilosamente a él arrastrándome por la cama hasta los pies de ésta, donde estaba Seth.
Con todas mis fuerzas apunté directamente a su cabeza. Sin saber cómo en milésimas de segundo consiguió esquivar la almohada y lanzar otro de los cojines en mi dirección.
Conseguí moverme un poco y solo me rozó el brazo, sin llegar a hacerlo demasiado fuerte.
-Así que me declaras la guerra, muajajaja!- exclamó -¡Pienso ganar yo!- dijo muy animado esbozando una gran sonrisa.
-Tú me la has declarado primero lanzándome el cojín- dije divertida mientras le apuntaba con la almohada- y seré yo quien gane, te lamentarás de haberme lanzado el cojín a la cabeza! Jajajajaja…
-Pues muy bien, que empiece la guerra!
-Y que gané el mejor- respondí
Cogí mi supermega almohada y volví a apuntar otra vez a su cabeza. Aproveché el momento en el que él estaba buscando otro cojín para dispararme y ataqué.
No pude contener la risa cuando miré los pelos que le quedaron después de recibir mi gran golpe de almohada en toda la cara. Su liso pelo dio paso a una alborotada masa de pelo negro. Seth aprovechando que la distraída ahora era yo contraatacó lanzándome otro cojín y alborotando también mi pelo.
Ahora era él el que se reía sin parar. Era la oportunidad perfecta así que no lo dudé. Aprovechando que estaba tirado en el suelo riéndose me abalancé sobre él y me senté encima para que no pudiera escapar y se rindiera. Comencé a golpearle suavemente con la almohada ya que no quería hacerle daño.
Justo cuando me disponía a darle un buen golpe con la almohada me cogió de los brazos lo que hizo que todo mi pecho cayera justamente encima del suyo y nuestras cabezas quedaron una enfrente de la otra, a escasos centímetros.
Había estado tan entretenida que no me había dado cuenta de que estaba encima suya hasta aquel instante en el que me encontraba sumergida en su mirada.
En aquellos momentos deseaba besarle, mi corazón iba a mil por hora, sin embargo no me atreví a hacerlo. No tuve el valor necesario para besarle por miedo a que me rechazara. Tampoco me moví del sitio, tenía miedo de que cualquier movimiento provocara que aquel mágico momento se acabara.
Poco a poco la distancia que nos separaba se fue acortando. Un golpe secó en la espalda me sacó de mi pequeña burbuja de fantasía. Seth había aprovechado aquel momento para darme con el cojín y con un rápido movimiento se deshizo de mí tumbándome en el suelo a su lado y colocando a mí debajo de su cuerpo.

Capítulo 5

Cuando salí del baño el sabroso olor de la comida inundaba todo el pasillo. Al fin me sentía fresca, cómoda. A pesar de que la ropa no era de mi talla y de que era de hombre, agradecí poder vestir ropa limpia y cómoda.
Echaba de menos mis viejos vaqueros raídos que tanto usaba y mis gastadas zapatillas. Pero tenía que conformarme con lo que tenía, sobre todo con en la situación en la que me hallaba, ya que no podía regresar a casa.
Una de las puertas estaba abierta, de allí parecía provenir el delicioso olor, así que me dirigí a aquella habitación.
Una redonda mesa se hallaba justo en el centro de la estancia, que parecía ser una pequeña pero acogedora cocina. Poseía cuatro sillas dispuestas alrededor de la mesa que parecían haber sido hechas a mano.
En frente de dos de las sillas había dos grandes platos llenos de comida que tenían muy buena pinta.
Sin pensarlo dos veces me senté en una de las sillas y comencé a devorar la comida. Tenía tanta hambre que no me había dado cuenta de que Seth estaba en la cocina y ni siquiera me enteré cuando se sentó a mi lado.
-¡Vaya si que tienes hambre!- exclamó con la amplia sonrisa que tanto me gustaba- ¡Qué aproveche glotona!- me hizo gracia la energía con la que me había dicho esas palabras. Nadie hubiera imaginado que aquel chico era tan simpático después de lo que había pasado la noche anterior- Cuidado no te atragantes que no se primeros auxilios, aunque estaría encantado de hacerte el boca a boca- aquellas palabras me sorprendieron tanto que hicieron que me atragantara y no pudiera respirar de la gran carcajada que me produjo.
Menos mal que Seth me acercó un gran vaso de agua y pude volver a respirar. Después de aquello empecé a comer más despacio, mientras pensaba y organizaba todas las preguntas que quería hacerle.
-¿¡Qué!?- pregunté chillando, para asegurarme si había entendido bien lo que me había dicho. -¿Perdón que dijiste?- volví a decir un poco más relajada.
Apartó sus plateados ojos de los míos, parecía un poco avergonzado
Cuando acabamos de comer le ayudé a recoger los platos y a limpiarlos. Tenía que agradecerle de alguna forma todo lo que había hecho por mí. Me estaba cuidando y dando un lugar donde vivir y a pesar de lo que pasó ayer por la noche me había salvado de la muerte en dos ocasiones.
Al acabar de preparar todo nos dirigimos hacia la puerta de entrada y salimos al exterior. No había dicho nada después de lo que había dicho, me había limitado a ayudarle y a seguirle a todas partes. Parecía que aquel silencio no le importaba, así que no quise romperlo.
Nos sentamos en un pequeño banco de madera  que había en el espacioso porche de la parte de atrás de la casa. Estaba rodeada de verde hierba recién cortada que acababa unos pasos más adelante para dar paso a la inmensidad del bosque que se alzaba ante nosotros.
Aquella belleza era tan increíble como el guapo chico que estaba a mi lado, nunca había visto algo tan bonito, me dejaba sin palabras y la proximidad entre Seth y yo no facilitaba las cosas, pero decidí que era el momento de preguntar, ahora que todo se había calmado y no teníamos nada que hacer.
Quería saberlo todo sobre aquel chico, pero no quería que aquello se convirtiese en una especie de interrogatorio policial, así que intenté ser amable y que mis preguntas no lo parecieran. Empecé por lo primero que se me ocurrió y dejé que la conversación transcurriera.
-Así… Así, que esta es tu casa, ¿no?- comencé todavía intimidada por su presencia y aún más por su intensa mirada de plata líquida. Aún permanecía un poco del miedo pasado la noche anterior en mi cuerpo, pero tenía que confiar en él, me había prometido que no me quería hacer daño, y no tenía intención de echarme para atrás.-Es muy bonita.
-Gracias, pues sí esta es mi casa, aquí es donde vivo, escondido en medio del bosque de la ruidosa ciudad
-¿No te gusta la ciudad? A mí me encanta el bosque, pero no sería capaz de vivir aquí en medio, es muy peligroso, hay muchos lobos.- me pareció haber atisbado una tímida sonrisa en sus labios cuando dije lo de los lobos ¿Y no vas a nada a la ciudad? Porque aquí estás muy solo.
- La verdad es que sí, estoy bastante solo, pero la ciudad es un sitio muy peligroso para alguien como yo que necesita refugiarse en el bosque. Pero no estoy tan solo, y solo voy a la ciudad cuando es necesario. Además mis compañeros de manada vienen por aquí todos los meses…-espera, ma… ¿manada? ¿Acaba de decir manada? No, no podía ser, seguro que fueron imaginaciones mías…
La imagen de la oscura silueta de un lobo escondido detrás de un matorral cruzó mi mente, no, no podía ser pero estaba segura que había oído eso, o al menos me lo había parecido.
-¿Estás bien?- Preguntó Seth al ver que no reaccionaba. Poco a poco la sangre fue huyendo de mi cara -¿Qué pasó?- Se impacientó Seth -¿He dicho algo malo?
Poco a poco fui recuperando la compostura, pude notar como la sangre volvía a mi cara, me estaba poniendo de los nervios, pero tenía que tranquilizarme, lo que en aquellos momentos rondaba por mi cabeza no podía ser, no era posible… pero ¿y si sí lo era? No, no podía aquello era imposible. La razón no quería creerlo, se resistía a pensar en eso, pero algo en mi interior me decía que tenía que tener cuidado.
Me resistí a creer a mi intuición y le hice caso a la razón, apartando todos aquellos pensamientos de mi mente.
-No, no pasó nada. Es sólo que…- sacudí la cabeza con energía intentando olvidar y alejar los pensamientos que cada vez eran más y más intensos que antes.- es que…- volví a repetir, pero las palabras no salían de mis labios.
-¿Qué?- peguntó con impaciencia y nerviosismo
-¿Acabas de decir manada?- pregunté con intriga y miedo. Quería que me respondiera, pero a la vez no quería saber su respuesta. Esperé temerosa de cuál sería su reacción, pero su respuesta me asustaba todavía más.
Se tomó su tiempo para responder y después de meditar unos minutos lo que iba decir, tomó una gran bocanada de aire y comenzó a hablar.
-S… Sí… Sí, he dicho manada- comenzó a decir.- Es que… verás, a… a mis amigos y a mí, bueno… se que puede sonar un poco friki… pero, verás… em… como nos gustan muchos los lobos y el bosque, pues… em… a nuestro pequeño grupo lo definimos como una pequeña manada, en la que todos estamos unidos…- Me sentí como una estúpida, me había puesto como una histérica por una chorrada que no tenía importancia. En que estaría yo pensando… Su respuesta no fue muy segura igual que su forma de hablar pero le creí porque supuse que se había puesto nervioso y las palabras no le salían, además, qué iba a ser sino.
-Am… Vale… -respondí no muy convencida, y con el objetivo de seguir averiguando cosas sobre él.
-¿Qué más quieres saber?- preguntó esbozando su increíble sonrisa. Aún no sabía cuando empecé a adorar aquella sonrisa.

Capítulo 4

Cuando me desperté sobresaltada, todavía seguía apoyada en la pared del pasillo. Su cabeza seguía apoyada sobre mis piernas y parecía profundamente dormido.
Un aterrador aullido me había sacado de las profundidades del sueño y me había devuelto a la confusa realidad en milésimas de segundo. Su aullido parecía de dolor, de odio, de venganza, o tal vez me lo pareciera a mí, pero parecía tan cercano… lo pude escuchar casi con la misma claridad como si el lobo que lo había hecho se encontrara justo detrás de la puerta de entrada.  Me había asustado y despertado.
Quería levantarme, pero me dolían tanto los músculos que no pude hacerlo. Caminar me relajaría y relajaría mis músculos, pero no quería seguir intentando levantarme, no quería despertarlo y que los temblores y las convulsiones empezaron otra vez, para esta ocasión no parar. Me quedé unos minutos despierta antes de caer rendida otra vez a ver si escuchaba de nuevo el aullido, pero no volvió a repetirse.
Volví a despertarme varias horas más tarde, pero ahora ya no estaba en el suelo del pasillo, sino que me encontraba en la cómoda cama del dormitorio.
Cuando me incorporé completamente, de una de las habitaciones salió Seth con otro plato de tortitas y zumo, y lo puso enfrente de mí, procurando mantenerse lo más lejos posible de mi cuerpo.
Me dolían las muñecas y una fina franca rojiza las recorría de un extremo al otro. Mi mirada encontró la suya, quería odiarle pero a la vez también quería quererle, tenía que temerle, pero me sentí cómoda a su lado, debía huir, pero no quería separarme de él después de tantos años buscándole.
Tenía tantas ganas de que aquel momento llegara… Sin embargo no era lo que yo había esperado. En sus ojos se podía percibir claramente lo arrepentido que estaba. La que antes me había parecido la mirada más hermosa del mundo ahora me parecía la más triste de todas las que había visto.
Después de engullir toda la comida me sentía preparada para hablar de todo lo que había ocurrido ayer.
-E… e… eras tú…- miles de emociones salían en ese momento al exterior no sabía lo que decía, simplemente deje que mis labios se movieran y que de mi boca salieran palabras.- Tú eras aquel chico que me salvó la vida hace dos años… cuando mis padres tuvieron el accidente- mi mirada seguía clavada en la suya,- pero, ¿por qué no me dijiste nada? Si me lo hubieras dicho desde el principio nada de esto habría pasado. Me hiciste mucho daño.-apartó su mirada de la mía y la posó en el suelo, no se sentía capaz de mirarme a la cara.- Llevo buscándote estos últimos dos años, quería darte las gracias, pero desapareciste, y nunca más te volví a ver- cuando dije eso su mirada poco a poco fue recuperando algo de esperanza y me miraba fijamente ahora, llena de intriga.
Se levantó de la silla en la que estaba sentado y poco a poco se fue acercando a mí. Me abrazó con fuerza, pude sentir el agradable calor que emanaba de su cálido cuerpo.
-Shh… tranquila…- no sabía cómo, pero escuchar su voz me tranquilizó- ya sé que esto es muy difícil de asimilar, y que estás confusa, pero no te vayas por favor- su abrazo cada vez se volvía más fuerte, en aquellos momentos apenas podía respirar.- no… no quiero hacerte daño. Siento mucho lo que te hice ayer, no… no era yo, no quería que nada de esto pasase, de vedad que lo siento! , pero por favor, no me tengas miedo…- poco a poco fue aflojando la fuerza con la que me estaba agarrando. Una gran bocanada de aire llenó mis pulmones. Un nudo se formó en mi garganta, no sabía que decir, no sabía qué hacer y él me miraba a la espera de una respuesta.
Ahora era yo la que le abrazaba fuertemente a él, apenas le conocía, no debía fiarme de él, pero quería hacerlo, y me sentía tan segura a su lado que decidí ocultar mis miedos hacia él y dejarme llevar por la intuición dejando a un lado el sentido común.
No dije nada, no quería interrumpirle así que seguí abrazándole mientras dejaba que se desahogase.
Estuvimos así alrededor de media hora, seguíamos abrazados, pero en silencio. Nuestros cuerpos se tocaban, y en aquellos lugares en los que su piel rozaba la mía un enorme cosquilleo las recorría.
Poco a poco nos fuimos distanciando, su cuerpo yo no rozaba el mío pero el cosquilleo permanecía como si tocar aquella suave piel me dejase una marca, como si me hubiera quemado.
Mi corazón latía fuertemente y cuando me miró profundamente pude sentir como la sangre que recorría todo mi cuerpo se reunía y ascendía hasta mis mejillas, ruborizándome. Avergonzada aparté su mirada de la mía y pude atisbar por el rabillo del ojo como una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.
Me dispuse a levantarme e ir al baño, aunque no sabía mucho lo que hacía pero cuando apoyé el pié en el suelo sentí vértigo y me mareé.
Con rápidos movimientos Seth se levanto de la cama y me cogió de la mano impidiendo que acabara en el suelo. Me ayudó a mantener el equilibrio y me mantuvo estable.
Una vez tranquila suspiré profundamente y todavía cogida de su mano comenzé a caminar, pero las piernas me volvieron a fallar por segunda vez.
Esta vez, Seth en vez de agarrarme de la mano otra vez pasó su fuerte brazo por mis piernas y me agarró con el otro por la cintura. En segundos me alzó del suelo y cuando me di cuenta estaba colgada en sus brazos.
Me sentía como una niña pequeña en sus brazos y una risilla tonta salió de entre mis labios.
-¿ A dónde quieres que te lleve?- preguntó mientras una amplia sonrisa se formaba en sus labios.
-Al baño, por favor- dije sonriendo. Necesitaba tomar una ducha, que el agua golpeara mis músculos y los relajara -¿puedo tomar una ducha?- pregunté con timidez.
-Pues claro que sí, ahora te traigo toallas y ropa limpia- me dejó en el suelo, en frente de la puerta del baño y desapareció por una de las puertas.
Minutos más tarde apareció con un par de toallas y una muda limpia en las manos. Me entregó las cosas, me abrió la puerta como un verdadero caballero, me dejó pasar y cerró la puerta cuando estuve dentro. Ya no había ningún rastro, ni signo de violencia que ayer a la noche había aparecido en su mirada.
Una vez dentro abrí el grifo de la ducha para que se fuera calentado mientras tanto el agua. Cogí un pequeño cepillo que había y me dispuse a desenredar la maraña de pelos que era mi cabello. Después de pasar un buen rato cepillando el pelo comencé a desvestirme y me metí bajo el caliente chorro de agua.