Solamente tu y yo

Solamente tu y yo

miércoles, 28 de marzo de 2012

Pregudtadme

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sábado, 10 de diciembre de 2011

Capítulo 10:

Un fuerte golpe seco me sacó de mi sueño. Busqué a tientas el cuerpo de Seth, pero antes de darme tiempo a ponerme histérica me cogió de las manos y me susurró al oído.
-Shh tranquila sigo aquí - dijo mientras me abrazaba
-Has escuchado ese ruido? Qué ha sido eso?- pregunté acurrucándome en su pecho.
-No lo sé, a mí también me ha despertado. Espérame aquí, vengo ahora- respondió mientras salía de la cama y buscaba una chaqueta.
Le agarré fuertemente de la mano antes de que se marchara.
-Prométeme que no te pasará nada, vale?
-Te lo prometo- me besó en la frente y se fue. Minutos más tarde escuché como se abría y cerraba la puerta de la entrada.
Escuché nos pasos cerca de la casa, busqué en la oscuridad la cortina de la ventana y la corrí un poco. Todavía era de noche pero la luz de la luna era tan intensa que permitía poder distinguir las sombras del bosque bastante bien.
Justo en frente, a varios metros estaba Seth con una pequeña linterna. Peté en la ventana y a pesar de estar bastante lejos me escuchó y dirigió el foco de la linterna hacia mí, alumbrando parte de la habitación.
Le saludé y me envió una tierna sonrisa, que en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una pálida cara con la mirada puesta justo en algo que estaba detrás de mí.
Sentí el cálido aliento de algo en mi nuca. Giré el cuello y mis ojos de encontraron con el hocico de un enorme lobo de dorados ojos y claro pelaje.
Su tamaño era impresionante, era casi de mi altura y su enorme boca enseñaba una perfecta fila de perfectos dientes con aire amenazante.
Empezó a gruñirme, me eché hacia atrás todo lo que pude, pero pronto encontré la pared.
Comenzó a olisquearme de la cabeza a los pies. El húmedo contacto de su hocico me hizo estremecer y chillé.
El pomo de la puerta se giró pero la puerta estaba cerrada. Se empezaron a escuchar golpes, la puerta temblaba y hacia retumbar las paredes.
-Cat… Caaaaat…Aguanta…-Gritaba desde afuera Seth.
Poco a poco los golpes iban cesando hasta llegar al punto en el que pararon por completo. El lobo dejó de olisquearme y se acercó aun más a mí.
-Ayudaa! Por favooor…- le pegué una patada en el hocico con la esperanza de que se asustara y se alejara. Pero apenas retrocedió tres pasos y lo único que conseguí fue enfadarle más.
Se agazapó, listo para atacar en cualquier momento. Me acurruqué en la esquina, debajo de la ventana.
Saltó hacia mí, cerré los ojos y esperé.
La ventana se rompió y pedazos de cristal llenaron el suelo. Abrí los ojos, no estaba muerta.
En la habitación había dos gigantescos lobos. Uno de ellos, el de oscuro pelaje y de mayor tamaño estaba encima del otro, gruñéndole y mordiéndole mientras el pequeño gemía de dolor.
A pesar de la clara desventaja este seguía insistiendo. Intenté levantarme, pero como tenía las piernas entumecidas tuve que apoyarme en algo, con tan mala suerte de agarrarme a la ventana y cortarme la palma de la mano.
Hubo unos segundos de confusión, los ruidos cesaron y los dos lobos se quedaron mirándome fijamente.
El pequeño aprovechó para arremeter con gran violencia contra el grande, empujándolo contra la pared, dejándolo casi inconsciente y sin apenas poder respirar.
Sus plateados ojos me gritaban que corriera, que huyera, pero no podía dejarle allí tirado.
Saltó hacia mí, me empujó y me tiró al suelo. Perdí la consciencia por unos segundos. Cuando la recuperé los afilados dientes del lobo casi rozaban mi piel.
Con la mano ensangrentada busqué por el suelo algún pedazo de cristal con el que defenderme. Abrió la boca, listo para morderme.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Capítulo 9:

-Espera – suplicó- por favor…
Me di la vuelta y me encontré con sus preciosos ojos plateados, brillaban, todo su cuerpo temblaba y su expresión era la del mismísimo miedo. En aquel momento parecía tan vulnerable que no me pude contener más y me lancé a sus brazos para besarle y abrazarle con tanta ternura y ansias como nunca antes había hecho.
Su cara de sorpresa era casi tanta como su deseo de seguir besándome. Me agarró por la cintura, y poco a poco mientras nos besábamos me metió dentro de la casa y cerró la puerta.
Me apoyó contra la pared y apoyó las palmas de sus manos a los lados de mi cabeza. Me besó el cuelo y me susurró al oído “no me vuelvas a hacer esto otra vez, no te marches nunca”. Le respondí con un simple vale, en aquellos momentos mis labios tenían otro propósito y ponerse a hablar y a discutir no estaba en sus planes.
Sus manos bajaban delicada y sensualmente por mi cintura, mientras yo me aferraba a él y le revolvía el pelo con las manos.
Poco a poco nos fuimos acercando a su habitación, hasta que llegamos y me empujó hacia la cama, colocándose encima de mí.
Mientras sus manos buscaban ansiosamente el botón de mi pantalón y me besaba ferozmente las mías trataban de quitarle la camiseta.
Nos giramos y esta vez me puse yo encima. Mientras él me quitaba con cuidado la camiseta yo le bajaba los pantalones.
Me apoyé en su pecho, era tan cálido… me recordaban los rayos de sol penetrando en mi piel aquel verano hacía ya muchos años en Florida.
Me estiré a su lado y se volvió a poner encima de mí. Sus besos fueron descendiendo desde mi boca hasta mi oreja recorriendo toda mi mandíbula y haciéndome estremecer. De ahí bajaron por mi garganta hasta la clavícula y siguieron descendiendo…
Me desperté horas más tarde con el presentimiento de que alguien me observaba. Intenté dormir un poco más pero no lo conseguía así que decidí abrir los ojos y desperezarme.
Estaba acurrucada en su pecho, me observaba atentamente, posiblemente lo llevaba haciendo desde hacía un buen rato. Pensar en eso me hizo ruborizar y tapé mi cara con las sábanas.
-Buenos días cariño- susurró mientras apartaba las sábanas de mi cara- no te escondas me encanta cuando te ruborizas- y me lanzó una de esas miradas que quitan el aliento.
-Buenos días- respondí todavía más ruborizada que antes. Apoyé la cabeza en su pecho mientras bostezaba.
Me besó la frente y posó su mano en mi espalda. Por más que lo intetara tenía tanto sueño que poco a poco se me fueron cerrando los ojos.
-Duerme todo lo que quieras perezosa- dijo mientras me apartaba un mechón de pelo de la cara y lo ponía detrás de mi oreja.-Te quiero.
Con una sonrisilla en los labios me dormí con esas palabras y soñé con ellas tanto tiempo como fui capaz de dormir.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Capítulo 8:

Allí no había nadie, así que di un paso y asomé la cabeza hacia fuera. Recorrí todo el patio con la mirada, y de repente mis ojos se toparon con un pequeño bulto que sobresalía de la lisa madera del porche. Allí junto a un gran charco de sangre había un gran lobo de pelaje oscuro.
Tenía la pata izquierda herida por lo que parecía una rozadura de bala. Tenía que ayudarle, no podía dejar que le pasase algo y que se muriese así, sin ayuda. Fui al baño y rebusqué por todos los cajones buscando toallas limpias. A pesar del miedo que tenía y los feroces rugidos que lanzaba cada vez que me acercaba, reuní el valor suficiente para acercarme a él y enrollarle la pata con la toalla, con cuidado de no hacerle daño.
Saqué fuerzas de donde pude y cogí al enorme animal en brazos. Intentó morderme cuando le toqué pero empezó a gemir de dolor. A pesar de la mirada amenazante con la que me observaba allí tirado en el suelo su cuerpo pedía agritos ayuda. Lo llevé hasta la habitación y lo deposité en la cama.
Lo estaba poniendo todo perdido de sangre pero en aquellos instantes no había momento para aquellas tonterías.
Fui corriendo al baño a buscar una venda, que por suerte no tardé en encontrarla. El lobo se tragó su orgullo y me dejó curarle. No sabía muy bien cómo hacerlo, pero le eché un poco de agua para limpiarle la herida y alcohol.
Cuando terminé de vendarle quite con cuidado las sábanas sucias y puse unas nuevas con las que le tapé. Mirando de vez en cuando para atrás para asegurarme de que seguía allí, fui a la cocina para traerle un poco de agua y comida.
Encontré un poco de carne picada en la nevera y la eché en un gran cuenco y en otro eché agua fresca.
Cuando llegué a la habitación el lobo ya no estaba, en su lugar se podía apreciar el cuerpo desnudo de un hermoso joven de pelo negro al que las sábanas apenas tapaban su esbelta figura.
Frené en seco, empalidecí, no era capaz de respirar, el corazón no respondía. Entré en una especie de shock. Los cacharros me resbalaron de las manos y mis piernas fallaron y me hicieron caer al suelo.
El joven ante tal estruendo se dio la vuelta y en un movimiento tan rápido que fue casi apenas imperceptible me cogió por los hombros e impidió que me diera en la cabeza con el suelo.
Poco a poco fui perdiendo la consciencia, mientras mis ojos miraban hacia todas partes, pero lo único que encontraban eran unos preocupados ojos grises que los miraban fijamente.
Me desperté horas más tarde arropada por la oscuridad de la noche. Pensé que había sido un mal sueño pero el fuerte olor a animal que impregnaba las mantas decía lo contrario.
Cuando mis ojos de adaptaron poco a poco a la oscuridad me di cuenta de que no estaba sola. A mi lado estaba Seth que me observaba con detenimiento como si estuviera a la espera de una asustadiza reacción de mi parte, y me agarraba la mano suavemente con la esperanza de que no saliera corriendo.
Y no lo hice, tenía miedo, pero mi curiosidad era todavía más grande. Me senté en la cama y encendí la pequeña luz de la mesilla.
Qué se supone que había pasado? Deseaba que todo hubiese formado parte del sueño, pero la venda que horas antes le había puesto a un gran lobo de oscuro pelaje y ojos plateados en la pata izquierda y que ahora había sido reemplazada por un brazo de un humano confirmaba lo que mi mente trataba de ocultar.
Todavía estaba en una especia de nube, pero ahora estaba segura de que no me volvería a desmayar.
Posé mi mirada en la suya, pero rápidamente rehuyó. No se sentía capaz de mirarme a los ojos. Ahora era él el que huía de mi mirada y yo buscaba la suya, implorando a gritos respuestas que ni siquiera sabía si quería escuchar.
Reuní todo el coraje que pude y me dispuse a formular mis preguntas.
-Qué eres? – pregunté sin rodeos, aunque ya intuía la respuesta quería que la confirmase, que me asegurara que no me estaba volviendo loca.
Sin respuesta alguna se levantó de la cama y se dirigió a un pequeño armario para vestirse.
Con la cara roja de vergüenza y frustración porque no me había hecho caso sañí de la habitación aguantando las crecientes ganas de echar una miradita.
Le esperé en la cocina y en escasos minutos entró para comer algo. Volví a hacerle la misma pregunta, pero seguía sin obtener respuesta.
Cansada cogí unos de los cuchillos más grandes del primer cajón que abrí y le apunté con él.
-Muy bien, me vas a responder ahora? Y no me ignores, porque te juro que te corto!- chillé al borde de un ataque de nervios acercándome cada vez un poco más.
Posó su dedo en el chuchillo y lo deslizó sobre el filo cortándose y dejando un rastro de sangre que impregnaba el aire con un olor parecido al óxido. Al mismo tiempo, aprovechando mi confusión fue bajando poco a poco el cuchillo hasta que dejo de apuntarle y me lo quitó de las manos.
-Así mejor- contestó con voz arrogante- Aquí el que pregunta soy yo, por qué saliste afuera? Tan difícil te resultaba quedarte dentro tranquila y a salvo! En que piensas? Es que no te das cuenta de que te podrían haber hecho daño, de que yo te podría haber echo daño…
-Si tanto te molesta me voy! Ni siquiera sé que hago aquí, déjame!- grité mientras lloraba y cogía mis cosas para largarme de allí ahora mismo. El me observaba sin saber cómo reaccionar, comenzó a temblar casi tan fuerte como aquella primera vez.
Sin volver la vista atrás ni decir adiós abrí la puerta y me encaminé hacia la profundidad del bosque. Pero cuando apenas había dejado atrás el porche unas calientes y fuertes manos agarraron mis muñecas.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 7

Nuestros labios se fueron aproximando. Su boca rozó la mía. El corazón me martilleaba el pecho, mi cabeza daba vueltas y en mi estómago miles de mariposas comenzaron a volar a la vez.
Nos besamos suave pero apasionadamente durante un buen rato. Sus labios encajaban perfectamente con los míos, como si mi vida fuera un puzle y el fuera la pieza del rompecabezas que me faltaba.
Había deseado tanto aquel momento desde el instante en el que le vi, y ahora por fin se había cumplido. Nuestras bocas se separaron unos escasos segundos para coger aire, para luego volver a fundirse en uno solo como si fuéramos una sola persona.
Puede sentir como su corazón latía salvajemente mientras sus manos pasaban de estar en mi cara a acariciar tiernamente mi pelo y rozar con las puntas de sus dedos mi espalda.
Miles de recuerdos bombardeaban mi mente. Cientos de noches en las que soñaba que él regresaba y se colaba por mi ventana para abrazarme y decirme que todo iba a estar bien mientras yo me quedaba dormida en sus brazos, sabiendo que a la mañana siguiente, él todavía estaba ahí.
Nuestras manos se entrelazaron, nuestras piernas se cruzaron, podía sentir el latido de su corazón, tan rápido como el mío.
Finalmente nuestros labios se separaron. Sentía como su dulce aliento rozaba mis mejillas. Tenía un agradable olor a bosque que se extendía por toda la casa.
Se tumbó a mi lado y clavó su preciosa mirada en mí. Nos miramos fijamente a los ojos durante un pequeño instante que pareció eterno, sin importarnos todo lo demás. En aquella especie de mundo paralelo en el que estábamos, en nuestra pequeña burbuja, en la que sólo existíamos él y yo. El tiempo no pasaba, los problemas desaparecían con el miedo, la soledad no existía, igual que el odio. El rencor se olvidaba y las penas se curaban.
Nuestros cuerpos apenas se rozaban ya. Me cogió de la mano suavemente, con cuidado para no hacerme daño y entrelazó sus dedos con los míos, acercó su boca a mi oído y me susurró tiernamente.
-Pase lo que pase, no te vayas por favor, te necesito a mi lado, ahora que por fin te tengo no soportaría perderte otra vez. Quiero protegerte, tengo que protegerte. Te quiero Cat… desde el momento en el que te vi, desde que nuestras miradas se cruzaron y nuestras vidas se encontraron…- no pude dejarle terminar la frase, le abracé fuertemente y le besé.
-Yo también te quiero Seth… - dije en un susurro- te he querido desde que me salvaste la vida, siempre he estado esperando este momento, poder estar a tu lado de nuevo… todas las noches pensaba en ti, en que te encontraría, en que volverías a buscarme y me ayudarías a calmar el dolor de mis heridas. Eres la razón de mi existencia, si tu no me hubieras ayudado ahora mismo estaría muerta… -susurré con la cabeza apoyada en su pecho. Me besó tiernamente en la cabeza y me acunó entre sus brazos.
Nos quedamos en silencio, con los dedos todavía entrelazados y con la cabeza apoyada en su pecho y dejé que la oscuridad de la noche me arrastrara hacia un profundo sueño.
En mitad de la noche me desperté para asegurarme de que todavía seguía allí. Nuestras manos aún seguían juntas y cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad pude distinguir perfectamente la silueta de su cuerpo.
Me pasé un buen rato observándolo antes de quedar dormida otra vez, y poco a poco se me fueron cerrando los ojos.
Sentí como si alguien me cogiera para luego depositarme en un lugar blandito. Entreabrí un poco los ojos pero no conseguí ver nada ni a nadie, así que supuse que fue una impresión mía y seguí durmiendo tranquilamente.
A la mañana siguiente me encontraba sola encima de la cama. No tenía ni idea de cómo había llegado allí durante la noche. Estaba segura de que me había quedado dormida en el suelo al lado de Seth. Pensé que él me había puesto a en la cama para que durmiese más cómoda así que me levanté sigilosamente con la intención de despertarlo de un buen susto.
Para mi sorpresa allí no encontré a nadie, así que supuse que estaría en el baño o preparando el desayuno para las dos.
Aparté las cortinas y abrí un poco la ventana para que el fresco de la mañana inundara la habitación. Más o menos serían las doce del mediodía.
Era otro caluroso día de verano, si no fuera por la sombra y la brisa producida por los árboles del bosque sería insoportable.
Un agradable olor a pino y madera impregnaba todos los rincones de la casa. Me senté encima de la cama a esperar por Seth, pero después de estar una media hora esperando me empecé a preocupar y a poner nerviosa.
Me acerqué al baño, la puerta estaba cerrada, pero no se escuchaba ningún ruido procedente del interior. Llamé a la puerta y grité su nombre por toda la casa. Me dirigí hacia la cocina esperando que estuviera allí esperándome impaciente para darme una sorpresa, pero allí tampoco había nadie.
El silencio inundaba toda la casa, el alegro sonido de los pájaros de los árboles más cercanos apenas se escuchaba y el único sonido que parecía haber en la casa era el agitado ritmo de mi respiración entrecortada.
Asustada me senté en el suelo y apoyé la cabeza entre mis rodillas. Me acordé de todo lo que nos habíamos dicho la noche anterior, las promesas de que nunca nos separaríamos ahora que estábamos juntos, y una lágrima resbaló de mis ojos.
Había sido una estúpida, me había utilizado y yo había caído como una tonta. Me empecé a enfadar conmigo misma, cómo había podido confiar en alguien al que apenas conocía.
Todo había sido una mentira, mis manos se convirtieron en puños y empecé a golpear a golpear el suelo con ellos, estaba furiosa. No sé que había sido los peor, que le creyera o que le quisiera.
Miles de lágrimas caían por mis mejillas empapándome la camiseta y el suelo. Después de un buen rato conseguí tranquilizarme y recuperé la calma, sequé la cara con la manga de la camiseta y me levanté. Tenía que recoger las cosas, e irme igual que él había echo.
Caminando hacia la habitación escuché un golpe seco que parecía provenir de la puerta principal de la casa. El corazón me dio un vuelco, y para de andar a ver si el sonido se volvía repetir. Pocos segundos después el mismo sonido seco se escuchó acompañado de un suave gemido.
Fui corriendo hacia la puerta, agarré el pestillo con manos temblorosas y poco a poco a abrí la puerta.

Capítulo 6

Y así estuvimos toda la tarde. Yo le hacía preguntas mientras él las respondía, siempre de forma agradable y sin tomarse nada a mal, aunque muchas veces se paraba a pensar mucho las cosas antes de responderme. Descubrí que tenía lagunas, sobre todo en lo que se refiere a su pasado, cuando era un niño pequeño.
Empezaba a caerme realmente bien, puede que incluso me gustase. Descubrí que teníamos muchas cosas en común, ya que a los dos nos encantaba el bosque y los lobos.
Parecía saber mucho sobre lobos y cuando hablaba sobre ellos un pequeño brillo de orgullo y alegría aparecía en sus ojos.
Parecía feliz, seguro y de vez en cuando me iba contando pequeñas historias que sus padres le contaron acerca de hombres lobo cuando era pequeño. Estaba tan metido en aquellas historias que cualquiera diría que el mismo las había vivido.
Me contó que su madre había muerto cuando él tenía cinco años. Después de aquello su padre se mudó a una pequeña ciudad al lado del bosque de Wisconsin. Pero hace dos años su padre había fallecido en un trágico accidente, pues había sido brutalmente atropellado por un coche.
Con la ayuda del mejor amigo de su padre consiguió esta casa, en la que vive desde la muerte de su padre.
De vez en cuando el amigo de su padre viene para ver como está y saber si necesita algo, y se queda unos días pero luego regresa a la ciudad con su familia.
Cuando me contó lo de su padre me recordó lo que le había sucedido a los míos, que también habían muerto hace dos años, pero a diferencia de su padre, los míos murieron cuando chocaron contra algo que salió de la oscuridad del bosque. Y una vez más volví a agradecerle que hubiera estado allí en aquel preciso momento y salvarme la vida.
Cuando anocheció regresamos a casa para cenar y dormir, pero de camino a la habitación me pareció ver como por unos segundos Seth se mareaba y volvía a recuperar la compostura enseguida.
El aullido de los lobos comenzó a sonar, miré el cielo había luna llena y la noche estaba tan despejada que se podían apreciar claramente todas las estrellas del cielo.
No sabía muy bien si le había pasado algo o si habían sido solo imaginaciones mías pero como no volví a hacerlo otra vez y no dijo nada lo dejé pasar.
En el suelo de la habitación había una especie de cama improvisada con cojines y mantas. Cuando disponía a meterse en aquella especie de saco se lo impedí y le dije que durmiera él en la cama, ya que la casa era suya y yo no quería molestar.
A pesar de lo mucho que insistí no conseguí hacerle cambiar de idea y tirándome uno de los mucho cojines que tenía allí apelotonados a su alrededor a la cabeza me obligó a dormir en su cama.
Pero aquello no había acabado allí, me había tirado un cojín a la cabeza sin previo aviso, aquello era la guerra y tenía pensado ganarla. Me metí sin decir ni mu en la cama y cogí la gran almohada sin que se diera cuenta.
Calculé más o menos la distancia que había y apagué la luz de la habitación. La luz de la luna que se colaba por los huecos de las cortinas iluminaba la habitación y me permitía distinguir claramente las siluetas de las cosas.
Esperé un buen rato con la intención de pillarle completamente desprevenido. Cuando llegó el momento me acerqué sigilosamente a él arrastrándome por la cama hasta los pies de ésta, donde estaba Seth.
Con todas mis fuerzas apunté directamente a su cabeza. Sin saber cómo en milésimas de segundo consiguió esquivar la almohada y lanzar otro de los cojines en mi dirección.
Conseguí moverme un poco y solo me rozó el brazo, sin llegar a hacerlo demasiado fuerte.
-Así que me declaras la guerra, muajajaja!- exclamó -¡Pienso ganar yo!- dijo muy animado esbozando una gran sonrisa.
-Tú me la has declarado primero lanzándome el cojín- dije divertida mientras le apuntaba con la almohada- y seré yo quien gane, te lamentarás de haberme lanzado el cojín a la cabeza! Jajajajaja…
-Pues muy bien, que empiece la guerra!
-Y que gané el mejor- respondí
Cogí mi supermega almohada y volví a apuntar otra vez a su cabeza. Aproveché el momento en el que él estaba buscando otro cojín para dispararme y ataqué.
No pude contener la risa cuando miré los pelos que le quedaron después de recibir mi gran golpe de almohada en toda la cara. Su liso pelo dio paso a una alborotada masa de pelo negro. Seth aprovechando que la distraída ahora era yo contraatacó lanzándome otro cojín y alborotando también mi pelo.
Ahora era él el que se reía sin parar. Era la oportunidad perfecta así que no lo dudé. Aprovechando que estaba tirado en el suelo riéndose me abalancé sobre él y me senté encima para que no pudiera escapar y se rindiera. Comencé a golpearle suavemente con la almohada ya que no quería hacerle daño.
Justo cuando me disponía a darle un buen golpe con la almohada me cogió de los brazos lo que hizo que todo mi pecho cayera justamente encima del suyo y nuestras cabezas quedaron una enfrente de la otra, a escasos centímetros.
Había estado tan entretenida que no me había dado cuenta de que estaba encima suya hasta aquel instante en el que me encontraba sumergida en su mirada.
En aquellos momentos deseaba besarle, mi corazón iba a mil por hora, sin embargo no me atreví a hacerlo. No tuve el valor necesario para besarle por miedo a que me rechazara. Tampoco me moví del sitio, tenía miedo de que cualquier movimiento provocara que aquel mágico momento se acabara.
Poco a poco la distancia que nos separaba se fue acortando. Un golpe secó en la espalda me sacó de mi pequeña burbuja de fantasía. Seth había aprovechado aquel momento para darme con el cojín y con un rápido movimiento se deshizo de mí tumbándome en el suelo a su lado y colocando a mí debajo de su cuerpo.

Capítulo 5

Cuando salí del baño el sabroso olor de la comida inundaba todo el pasillo. Al fin me sentía fresca, cómoda. A pesar de que la ropa no era de mi talla y de que era de hombre, agradecí poder vestir ropa limpia y cómoda.
Echaba de menos mis viejos vaqueros raídos que tanto usaba y mis gastadas zapatillas. Pero tenía que conformarme con lo que tenía, sobre todo con en la situación en la que me hallaba, ya que no podía regresar a casa.
Una de las puertas estaba abierta, de allí parecía provenir el delicioso olor, así que me dirigí a aquella habitación.
Una redonda mesa se hallaba justo en el centro de la estancia, que parecía ser una pequeña pero acogedora cocina. Poseía cuatro sillas dispuestas alrededor de la mesa que parecían haber sido hechas a mano.
En frente de dos de las sillas había dos grandes platos llenos de comida que tenían muy buena pinta.
Sin pensarlo dos veces me senté en una de las sillas y comencé a devorar la comida. Tenía tanta hambre que no me había dado cuenta de que Seth estaba en la cocina y ni siquiera me enteré cuando se sentó a mi lado.
-¡Vaya si que tienes hambre!- exclamó con la amplia sonrisa que tanto me gustaba- ¡Qué aproveche glotona!- me hizo gracia la energía con la que me había dicho esas palabras. Nadie hubiera imaginado que aquel chico era tan simpático después de lo que había pasado la noche anterior- Cuidado no te atragantes que no se primeros auxilios, aunque estaría encantado de hacerte el boca a boca- aquellas palabras me sorprendieron tanto que hicieron que me atragantara y no pudiera respirar de la gran carcajada que me produjo.
Menos mal que Seth me acercó un gran vaso de agua y pude volver a respirar. Después de aquello empecé a comer más despacio, mientras pensaba y organizaba todas las preguntas que quería hacerle.
-¿¡Qué!?- pregunté chillando, para asegurarme si había entendido bien lo que me había dicho. -¿Perdón que dijiste?- volví a decir un poco más relajada.
Apartó sus plateados ojos de los míos, parecía un poco avergonzado
Cuando acabamos de comer le ayudé a recoger los platos y a limpiarlos. Tenía que agradecerle de alguna forma todo lo que había hecho por mí. Me estaba cuidando y dando un lugar donde vivir y a pesar de lo que pasó ayer por la noche me había salvado de la muerte en dos ocasiones.
Al acabar de preparar todo nos dirigimos hacia la puerta de entrada y salimos al exterior. No había dicho nada después de lo que había dicho, me había limitado a ayudarle y a seguirle a todas partes. Parecía que aquel silencio no le importaba, así que no quise romperlo.
Nos sentamos en un pequeño banco de madera  que había en el espacioso porche de la parte de atrás de la casa. Estaba rodeada de verde hierba recién cortada que acababa unos pasos más adelante para dar paso a la inmensidad del bosque que se alzaba ante nosotros.
Aquella belleza era tan increíble como el guapo chico que estaba a mi lado, nunca había visto algo tan bonito, me dejaba sin palabras y la proximidad entre Seth y yo no facilitaba las cosas, pero decidí que era el momento de preguntar, ahora que todo se había calmado y no teníamos nada que hacer.
Quería saberlo todo sobre aquel chico, pero no quería que aquello se convirtiese en una especie de interrogatorio policial, así que intenté ser amable y que mis preguntas no lo parecieran. Empecé por lo primero que se me ocurrió y dejé que la conversación transcurriera.
-Así… Así, que esta es tu casa, ¿no?- comencé todavía intimidada por su presencia y aún más por su intensa mirada de plata líquida. Aún permanecía un poco del miedo pasado la noche anterior en mi cuerpo, pero tenía que confiar en él, me había prometido que no me quería hacer daño, y no tenía intención de echarme para atrás.-Es muy bonita.
-Gracias, pues sí esta es mi casa, aquí es donde vivo, escondido en medio del bosque de la ruidosa ciudad
-¿No te gusta la ciudad? A mí me encanta el bosque, pero no sería capaz de vivir aquí en medio, es muy peligroso, hay muchos lobos.- me pareció haber atisbado una tímida sonrisa en sus labios cuando dije lo de los lobos ¿Y no vas a nada a la ciudad? Porque aquí estás muy solo.
- La verdad es que sí, estoy bastante solo, pero la ciudad es un sitio muy peligroso para alguien como yo que necesita refugiarse en el bosque. Pero no estoy tan solo, y solo voy a la ciudad cuando es necesario. Además mis compañeros de manada vienen por aquí todos los meses…-espera, ma… ¿manada? ¿Acaba de decir manada? No, no podía ser, seguro que fueron imaginaciones mías…
La imagen de la oscura silueta de un lobo escondido detrás de un matorral cruzó mi mente, no, no podía ser pero estaba segura que había oído eso, o al menos me lo había parecido.
-¿Estás bien?- Preguntó Seth al ver que no reaccionaba. Poco a poco la sangre fue huyendo de mi cara -¿Qué pasó?- Se impacientó Seth -¿He dicho algo malo?
Poco a poco fui recuperando la compostura, pude notar como la sangre volvía a mi cara, me estaba poniendo de los nervios, pero tenía que tranquilizarme, lo que en aquellos momentos rondaba por mi cabeza no podía ser, no era posible… pero ¿y si sí lo era? No, no podía aquello era imposible. La razón no quería creerlo, se resistía a pensar en eso, pero algo en mi interior me decía que tenía que tener cuidado.
Me resistí a creer a mi intuición y le hice caso a la razón, apartando todos aquellos pensamientos de mi mente.
-No, no pasó nada. Es sólo que…- sacudí la cabeza con energía intentando olvidar y alejar los pensamientos que cada vez eran más y más intensos que antes.- es que…- volví a repetir, pero las palabras no salían de mis labios.
-¿Qué?- peguntó con impaciencia y nerviosismo
-¿Acabas de decir manada?- pregunté con intriga y miedo. Quería que me respondiera, pero a la vez no quería saber su respuesta. Esperé temerosa de cuál sería su reacción, pero su respuesta me asustaba todavía más.
Se tomó su tiempo para responder y después de meditar unos minutos lo que iba decir, tomó una gran bocanada de aire y comenzó a hablar.
-S… Sí… Sí, he dicho manada- comenzó a decir.- Es que… verás, a… a mis amigos y a mí, bueno… se que puede sonar un poco friki… pero, verás… em… como nos gustan muchos los lobos y el bosque, pues… em… a nuestro pequeño grupo lo definimos como una pequeña manada, en la que todos estamos unidos…- Me sentí como una estúpida, me había puesto como una histérica por una chorrada que no tenía importancia. En que estaría yo pensando… Su respuesta no fue muy segura igual que su forma de hablar pero le creí porque supuse que se había puesto nervioso y las palabras no le salían, además, qué iba a ser sino.
-Am… Vale… -respondí no muy convencida, y con el objetivo de seguir averiguando cosas sobre él.
-¿Qué más quieres saber?- preguntó esbozando su increíble sonrisa. Aún no sabía cuando empecé a adorar aquella sonrisa.